Hola queridos amig@s. Espero que se encuentren muy bien y que este enero los esté tratando con muchísimo amor. Me habría gustado empezar este nuevo año con algún tema superpositivo como los beneficios de hacer ejercicio a diario o las ventajas de comer variadito y equilibrado.
Sin embargo, creo que es superoportuno hablar de un tema que abordé con mis amigos y que pocas veces sale a la luz por ese temor de ‘herir’ a las personas que nos rodean, aunque ellas no tengan filtros al opinar sobre nuestro cuerpo y vida.
A finales del 2021 conversé -por WhastApp– con varios amig@s sobre las fiestas de fin de año. Luego de reírnos por un momento muchos coincidieron en que sería la última vez que compartirían la magia de esas celebraciones con ciertas personas. El grupo abarca a familiares supercercanos y lejanos, y hasta amigos.
¿Por qué? La gente tiene -tenemos- la mala costumbre de opinar sobre lo que no le corresponde, en este caso, cuerpos y decisiones ajenas.
Una amiga visitó a sus hermanas y, antes de que la saludaran, la escanearon para finalmente decirle ¡Qué flaca estás! ¡Te falta cola y bubbies!
“Me sorprendieron porque yo no veo ni siento que me haga falta algo. Yo me siento a gusto con mi cuerpo”.
Se siente regia porque hace ejercicio a diario y porque come saludable. Pero para mermar las críticas “tuve que contarles que durante este tiempo he entrenado más horas de las habituales porque tengo una competencia en la mira, que seguramente por eso bajé de peso“.
A mí una vez me dijeron que parecía un esqueleto andante. El comentario vino de una persona equis. Me quedé en silencio, pero ahora quisiera decirle: Mi cuerpo, mi vida ¡Shhh!
Si mi amiga o yo tendríamos una baja autoestima seguramente estaríamos torturándonos frente al espejo o cotizando una operación con algún médico cirujano. Pero llegar a amarme como me amo me costó tiempo.
Se imaginan cómo actuaría una adolescente si recibiera un comentario de ese tipo. Yo he visto a varias chicas de entre 12 y 15 años cuestionarse por la forma de su cuerpo y sufrir por no verse como las modelos de Instagram; muchos llenos de filtros y decenas de retoques.
Por favor, tengamos cuidado con los comentarios que hacemos. Una situación desagradable también vivió otra amiga. Ella fue madre hace tres meses y el comentario de sus tías en una de esas fiestas de fin de año fue: ¡Qué flaca estás! ¿Te pasa algo? ¡Eras más changona!
“Le dije a mi mamá que yo no me vuelvo a reunir mientras ellas estén en el mismo lugar”.
Entendamos que esos comentarios no elevan la autoestima; molestan y hieren. Eso es Bullying.
Para evitarse malos ratos un amigo, en cambio, optó por evitar las reuniones de fin de año. Sus amigos siempre le preguntan: ¿Para cuándo el segundo heredero?
Al inicio se tomaba el tiempo para explicar que decidieron quedarse solo con un hijo, pero “La respuesta nunca fue suficiente. Así que decidimos dejar de visitarlos”.
¿Les ha pasado algo parecido? ¿Cómo han reaccionado?
Los leo en pgavilanes@elcomercio.com