¿Sexo en Grecia?

Esta es la iglesia Panaghia Kapnikarea. En ese lugar me encontró Cris. Foto: Paola Gavilanes
No. Gracias. Justo esa fue la respuesta que consiguió un griego tras decirme que le resultaba encantadora y que quería tener sexo conmigo. "¿Por qué si somos dos adultos? Es biológicamente normal".
¿Imaginan mi cara? En otro blog les conté que tengo a mi Jack para justamente evitar esos encuentros casuales. Antes de que me pregunten: Jack se quedó en casa.
Le expliqué -en inglés- que era un total desconocido. El griego se esmeró por brindarme confianza; me dio un abrazo y me enseñó su credencial del trabajo: es policía. "Estás segura conmigo. No temas".
Pero ni así (jaja). Mientras me hablaba, yo imaginaba los peores escenarios. Y es que en Ecuador sucede cada cosa. ¡Qué miedo! Me invitó a su casa, aunque estaba dispuesto a colarse en mi hotel, y dijo que pediría comida vegana. ¡Gran detalle! Pero... no. Gracias.
El griego del que les hablo se llama Cris y ahora es mi 'amigo'. Resultó ser un hombre bastante agradable. Este domingo me presentó a su madre a través de una fotografía. Conversamos casi todos los días. Me 'encontró' en una plaza de las tantas que hay en Atenas. Llegué a esa mágica ciudad luego de correr mi maratón en Madrid. Toda mi vida soñé con pisar ese suelo y finalmente lo hice. Espero pronto contarles los detalles de esa linda experiencia.
Regresando al personaje principal de esta historia: Cris apareció mientras yo alimentaba a una palomita con pedacitos de una galleta; eso, mientras escuchaba a un grupo de música latinoamericana que puso a bailar a un par de personas.
Me preguntó si podía sentarse junto a mí. Era mi último día en Atenas y ya estaba un poco cansada del inglés, así que le pregunté si hablaba español. Dijo que no. ¡Qué remedio!
Se sentó a mi lado y nos presentamos. Luego caminamos y compartimos un vino: él, blanco, y yo, tinto. Después de una hora de risas llegó la propuesta. Luego de mi respuesta caminamos un rato y en un par de minutos más estábamos en la puerta de mi hotel. Me sonrió, abrazó y se marchó.
Antes, escribió su número en mi celular y se timbró (jaja). Así es como sigo practicando mi inglés y aprendiendo una que otra palabrita en griego. Cuando llegué a mi habitación les escribí a mis amigas y les conté la experiencia paranormal. Les dije: 'Mi mente de cuarto mundo...' Una de ellas afirmó: "Tu ángel de la guarda".
Luego de reírnos un rato llegamos a la conclusión de que es bueno prestarle atención al instinto. Ahora estoy en casa feliz, narrándoles mi aventura en la tierra de los Dioses.
Los leo en pgavilanes@elcomercio.com
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