¿Qué pasa cuando se hacen tantas películas con conceptos similares? ¿Qué pasa cuando estas producciones tienen el mismo público objetivo? ¿Qué pasa si todas pertenecen a ‘best sellers’ literarios? Y ¿qué pasa si todas terminan como triologías?
Esta serie de preguntas se puede hacer uno al salir de la función de ‘Insurgente’, la segunda entrega de la saga cinematográfica basada en los libros de la escritora Verónica Roth.
La película tiene sus propias particularidades, pero en el fondo el concepto exhibe conexiones con ‘Los juegos del hambre’, ‘Maze Runner’ e incluso la menos afamada ‘Ender’s game’. Todas estas cintas apuntan a un público joven.
Video: YouTube/TerraTrailers – Latinoamérica
Para empezar, todas parten de una idea poco original: un salvador (con perfil de mesías) se enfrenta al poder en una sociedad posapocalíptica. La irreverencia es la principal característica de los protagonistas de estas sagas. Y hay un motivo o tal vez hubo uno en Estados Unidos.
El 17 de septiembre del 2011, un grupo de manifestantes ocupó Zuccotti Park en Manhattan, Nueva York. La protesta se denominó en las redes sociales #occupywallstreet y tuvo un fuerte respaldo, especialmente en la clase media joven. El objetivo era manifestarse en contra del poder económico y la corrupción de las empresas. Aunque esa situación –aparentemente- no es la fuente de inspiración para crear, por ejemplo, los libros de ‘Los juegos del hambre’ (2008), sí sirvió para reforzar la idea de rebeldía juvenil en las películas.
‘Los juegos del hambre’ explotaron –al menos en sus dos primeras partes- la idea de la separación de estratos sociales y su lucha por no ser explotados. Retrata epidérmicamente cómo el poder político y económico se aprovechan de los más vulnerables y cubren las injusticias con el espectáculo, con los ‘reality’ shows. El inicio de la serie Divergente también apunta al mismo propósito, a la idea de la injusticia; pero cae también en la idea del mesías salvador y y en la misma lógica están ‘Maze Runner’ y ‘Ender´s game’.
La sobreexplotación del concepto político (si alguna vez la hubo) se diluye a medida que aparecen las nuevas entregas literarias y cinematográficas. Sin embargo, en la vida real, la idea de una protesta contra el status quo ha dejado las calles o ha perdido el impulso mediático, por lo cual Hollywood pierde ganchos para ficcionar la rebeldía de la clase media joven. La falta de esa inspiración lleva a echar mano de recursos como las relaciones afectivas o los efectos especiales y las cintas se convierten en propuestas débiles.
Las cintas empiezan a ser más un producto de mercadeo que un elemento de correlato de un fragmento de la realidad. ¿Empieza el desencanto? Posiblemente sí porque de tres libros se sacan cuatro películas. En esta era las cosas van más rápido y los argumentos deben reinventarse. Las producciones basadas en ‘best sellers’ juveniles tienen poco margen para un cambio; pueden tener grandes campañas de expectativa pero el producto final es decepcionante.