La Agencia EFE trae una noticia que no nos sorprende: el número de divorcios aumentó en 119% en Ecuador entre 2005 y 2015, mientras que en el mismo lapso la cifra de matrimonios descendió un 8.6%, según datos recientes del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). ¿Qué factores entran en juego? ¿Existe una política nacional sobre el tema, o no hace falta tal política? Hay alternativas.
Hay tantas presiones para casarse, que a veces no hemos sentido el ‘peso’ de la responsabilidad, que se presenta después de la luna de miel. Casarse, hoy en día, es demasiado fácil… porque frecuentemente no se exige otro examen que la edad de los contrayentes y el testimonio de si son o no solteros. Y tarde o temprano, reconocemos que nos hemos equivocado…
• ¿Qué está pasando?
‘Me aguantaré por los niños’, piensa una señora. ‘Le daré una nueva oportunidad’, dice un señor. ‘Le pediré el divorcio, cueste lo que cueste’, sentencia otra dama.
Las respuestas pueden ser diferentes en cada caso, porque cada pareja vive su propio ‘mundo’. Lo sorprendente es que cada vez aumenta el número de los matrimonios que fracasan, inclusive aquellos que se creían sólidos. ¿Qué está pasando en la familia ecuatoriana?
El divorcio es una figura legal que implica en la práctica la disolución de la sociedad conyugal. Como sabemos el matrimonio es un contrato solemne entre un hombre y una mujer, que se unen para vivir juntos, ayudarse mutuamente y formar una familia. Algunos juristas consideran que el divorcio es una deformación de la institución matrimonial, que ampara a los cónyuges y a la prole, en caso de haberla, pero que constituye una alternativa ante una crisis conyugal. ‘Las cosas se deshacen de la forma que se hacen’, dicen los abogados.
Otra opinión consultada es que la institución del divorcio ha sido manipulada en ocasiones por los ‘usuarios’. En efecto, no bien se presenta un problema –a veces intrascendente- entre marido y mujer, a uno de los dos se le ocurre el divorcio por mutuo consentimiento como ‘solución’ como amenaza o chantaje sin haber agotado y, sobre todo, luchado y sacrificado por construir una comunidad de amor, cuando, en realidad, el matrimonio requiere un esfuerzo permanente en la adversidad y en la felicidad, y fundamentalmente en la primera.
• Las cifras son elocuentes
El Comercio, según la fuente del INEC recogida por la Agencia EFE, concluye: ‘De los divorcios registrados en el 2015, se determinó que la duración media de los matrimonios fue de 16 años, mientras que en el caso de los materializados en 2005, los matrimonios tuvieron un promedio de duración 14 años. La edad promedio para divorciarse es 42 años en los hombres y 39 en las mujeres y, en cuanto a los meses, el que registró más divorcios fue septiembre, con 2.397 y el que menos fue noviembre con 1.931. En cuanto al tipo de divorcio, el 68,4 % fue por mutuo acuerdo, seguido del 26,1 %, que ocurrió por abandono voluntario e injustificado del cónyuge’.
• Las consultas son necesarias
Los especialistas recomiendan que antes de tomar una decisión hay que detenerse. Supongamos que nos colocamos ante un semáforo rojo. Es necesario revisar ‘fríamente’ la situación.
Consulte con alguien que Ud. verdaderamente aprecie y conozca su competencia profesional. Es inadecuado que intervengan personas o familiares con criterios parcializados en tan delicada situación.
Si el divorcio es una realidad como el matrimonio, hay que estudiar las causas que lo provocan. En general se habla de la inmadurez de los cónyuges como la causa fundamental de los desajustes conyugales. Se trata entonces de un déficit en la formación: un niño con corbata y barba decide vivir junto a una niña que soñó en un ‘lecho de rosas’… sin haber tenido la verdadera experiencia de manejarse solos… Los matrimonios prematuros son fuentes de separaciones, según las estadísticas.
Otra causa radica en la defectuosa orientación sexual de los cónyuges. Víctimas de tabúes, prejuicios, dogmas y culpas, los jóvenes contribuyen, a veces sin quererlo, a ser victimarios de un hermoso amor, que nació bajo una buena estrella. Los disturbios en el comportamiento sexual disfrazan claramente la ignorancia reinante en estos temas, fomentados por una literatura y mensajes que han hecho del sexo y la sexualidad su objeto más rentable.
Las interferencias paternas también son y han sido fuentes de conflictos que pueden desembocar en divorcios. Si una pareja se casa, la mejor ayuda que pueden ofrecer los suegros y los padres es dejarlos vivir.
• Fallas y fallos
La sentencia de un juez que declara disuelto el vínculo matrimonial deja secuelas. Para unos es un trauma que produce depresión, auto lástima y aun rabia contra el cónyuge ‘culpable’ por el fracaso; para otros puede ser una liberación, una forma de ser uno mismo, un recomenzar.
Lo cierto es que después del divorcio no podemos divorciarnos de la vida. ¡Porque la vida continúa! El ‘humo’ de su fracaso no debe ensombrecer la vida de sus hijos ni su propia vida. Una actitud valiente y sana de enfrentamiento con la realidad le hará sentir que nuevas y múltiples oportunidades están latentes a la espera de manifestarse, a quienes con optimismo comienzan cada día.
• Los hijos de los divorciados
Los niños deben recibir la seguridad absoluta de que sus padres los quieren y que van a seguir queriéndolos siempre. ‘Lo más difícil fue explicarle a mi hijo que su mundo se desbarata; que papá y yo nos separamos porque no nos entendemos, pero que como hijo deberá, sin embargo, seguirle queriendo…’ ‘El divorcio me afectó notablemente. Pensé que había fracasado. La situación de mis hijos tiernos me preocupa. Espero atenderles para que no les falta nada…’
Estos y otros testimonios reflejan la problemática del divorcio. A diferencia de otras situaciones en que se puede decir ‘borra y va de nuevo’, el divorcio deja huellas. Aunque no hayan quedado hijos, hay gente que se deja impresionar demasiado por el pasado y viven desgraciados en el presente. Pero, indudablemente, los hijos constituyen el cordón umbilical que atan al pasado que desean olvidarlo, y que hay que afrontarlo con valentía.
Los sentimientos de fracaso y auto lástima, las recriminaciones, deben dar paso al optimismo y la esperanza. La vida sigue su curso y es necesario tomar posiciones realistas, por usted mismo y, sobre todo, por sus hijos.
• Alternativas
Las familias irregulares, incompletas o como se llamen no son necesariamente familias infelices. Los cambios de la sociedad reclaman nuevas alternativas a la institucionalidad: el Estado y la Iglesia. El Estado con una legislación apropiada y actual, que defienda a la familia como organismo básico de la sociedad, anclada a los derechos humanos y a la vida como derecho fundamental; y la Iglesia con una apertura hacia los divorciados y a los hijos de los divorciados. En ese contexto, una pastoral para los divorciados y divorciadas se torna urgente.
Cuando la realidad y las estadísticas nos dicen que los divorcios aumentan y los matrimonios disminuyen; que los embarazos prematuros y la vida sexual de los adolescentes incide en su vida afectiva, cultural y social no caben la pasividad y la indiferencia de la sociedad. Proyectos de educación familiar, terapia familiar sistémica, paternidad y maternidad responsable, escuela para padres son ineludibles, con nuevas metodologías donde la formación como personas vaya de la mano de una información científica, sin dogmas ni tabúes. Y donde los propios jóvenes sean los protagonistas. Por eso, un cambio importante en el campo de la educación para la afectividad es indispensable. ¡La crisis de la familia nos concierne!