Del tema de la fidelidad casi nadie habla porque es, definitivamente, embarazoso. Y en el buen sentido, la fidelidad sí embaraza, pero también deja libre la pregunta central: ¿la infidelidad es consustancial a la naturaleza, o hay algo más –la formación ética- que impide que impide que todos seamos desiguales? Un galimatías, ¿verdad?
Algunas personas me han pedido que escribiera sobre este tema. Y en verdad: quedé muy tentado cuando me dí cuenta –sin quererlo- que el mundo está viviendo al revés: que los ‘infieles’ -sean hombres y mujeres- son ahora la mayoría, y los fieles a la causa… no solo son considerados ‘animales raros’ sino una especie en extinción. ¡Vaya a saber, usted, por qué!
• El regreso a los orígenes
Para comenzar fui a la biología, donde, evidentemente, está la fuente de nuestra evolución; fui a la etología o la ciencia del comportamiento animal; fui a la sociología y aquellas particularidades de los grupos humanos, desde las comunidades primitivas; fui a la psicología donde se describen los hechos de la mente –la cognición- y numerosos fenómenos y teorías que explican la normalidad y la anormalidad de los seres humanos; fui a la política y a la lógica donde el zoon politikón tienen sentido.
Y también a los libros sagrados donde –el Eclesiastés y el Cantar de los Cantares incluidos- demuestran que el sexo y la sexualidad son cuestiones humanas de esencia divina. Y, naturalmente, consulté a los oráculos antiguos, los de Grecia, y los actuales –los horóscopos y los mensajes del señor Walter Mercado-, pasando por libros como ‘El varón domado’, de Esther Vilar; ‘El gen egoísta’, de Richard Dawkins; ‘Estudio del hombre’ de Ralf Linton; ‘Por qué somos como somos’ de Eduardo Punset, o ‘El fenómeno humano’, de Teilhard de Chardin…
En esencia, la conclusión preliminar y como hipótesis de trabajo es que ‘no somos ángeles caídos, sino antropoides erguidos’. ¿Qué quiere decir esto? Que los seres humanos somos y tenemos partes constitutivas de nuestro origen animal común –con todo lo que ello implica-, morigerados, evolucionados y transformados por diferentes mutaciones, desde los puntos de vista físico y cultural, donde los genes y el medio ambiente –el genotipo y el fenotipo para ser exacto-, han tenido mucho que ver.
Hay, pues, una evolución física –supuestamente concluida- y una evolución cultural en ascenso vertiginoso, hacia niveles tan altos como el desarrollo de las inteligencias–más de las siete formuladas por Howard Gardner- que nos deslumbran, en plena sociedad del conocimiento.
• Ahora sí, la fidelidad
Lo dicho antes es pertinente porque las respuestas a la pregunta que sugiere este ensayo, no están, de hecho, en relación a las creencias, a los mitos o los saberes racionales o lógicos, sino que radican en la biología y las ciencias afines que hemos mencionado.
Hay, por lo tanto, animales ‘fieles’ y otros no tanto. En la obra ‘La vida amorosa de los animales’, de Vitus B Dröscher, se encuentran pistas interesantes sobre las características de este tipo de relaciones entre agentes de la propia especie, como el territorio, el poder y la sumisión, el cuidado de su prole y la lucha por conseguir alimento.
• Evolución de las especies
Según los estudios más avanzados, en el mundo animal casi no existe la monogamia (solo el 5% de los mamíferos son monogámicos). Bruce Lane, de la Universidad de Chicago, sostiene que ‘la diferenciación sexual entre macho y hembra se comenzó a producir (por mutaciones genéticas sucesivas) hace unos 300 millones de años. Esto fue un paso evolutivo muy importante en la historia de la biología’.
¿Por qué se produjo este cambio? ‘Simplemente porque de esa forma, habiendo dos sexos se aumenta infinitamente la posibilidad de diversificar genéticamente a los individuos y esta diversidad genética favorece la evolución de las especies, entendiéndose por evolución a la mejor adaptación a los sistemas ambientales donde habitan cada una, para lograr finalmente la transmisión de genes a la siguiente generación’.
Dos objetivos genéticos básicos de todo individuo animal son sobrevivir –mantenerse vivo- y reproducirse –pasar sus genes a otra generación para mantener la especie. Las especies vegetales y animales han ensayado diferentes tipos de supervivencia y reproducción.
• La monogamia humana
‘¿Y qué pasa con los humanos? Investigaciones citadas por Jarred Diamond en ‘El tercer chimpancé’, entre los humanos los datos apuntan a que entre un 5% y un 30% de los niños nacidos en Gran Bretaña y Estados Unidos son fruto de relaciones extramatrimoniales. En Argentina, el 25% de los niños son hijos de un padre biológico distinto al padre oficial’, según Clarín.
‘Esto demuestra que es muy difícil tener conductas que van a contramano de la naturaleza y que, de alguna forma, la fuerza de los mandatos genéticos se hace notar’. Saque usted la conclusión.