Parafraseo el nombre de una de las películas francesas más aclamadas del siglo XX: ‘El discreto encanto de la burguesía’, de Luis Buñuel, ganadora del Óscar en 1972 a la mejor película extranjera, para escribir este ensayo sobre el consumo que, según los datos oficiales, caracteriza a la ‘boyante’ clase media del Ecuador, y que ahora está golpeada por tantos impuestos.
Los diarios del país dieron a conocer hace poco tiempo las conclusiones asumidas por algunas autoridades: que ‘el Ecuador tiene el 35% de clase media, y que, según las estimaciones de los expertos, la clase media se basa en su nivel de ingresos: desde USD 300 hasta USD 1200 dólares mensuales’.
Estas cifras han variado, naturalmente, por causas exógenas: la apreciación del dólar, la baja del precio de petróleo y el terremoto, y por causas endógenas: la hemorragia de impuestos que asuelan nuestros bolsillos, el ‘engorde’ del Estado y el buen manejo de la política económica –supuestamente, con un fuerte aporte chino-, según el discurso oficial.
Hasta 2014 era el tiempo de las denominadas vacas gordas. Hoy, cuando la culpa no es de las vacas, sino de otros agentes macroeconómicos, el discreto encanto de la burguesía criolla o clase media –consumidora por excelencia- se esfuma ‘gracias’ a leyes urgentes, decretos y artilugios -como el dinero electrónico- que, desde junio, han reducido el disfrute que ofrecieron otrora las tarjetas de crédito y débito, para lograr un fin más elevado: alimentar las ‘arcas’ fiscales del ‘ogro filantrópico’ más significativo de la era antropogénica.
• Estatismo y populismo
Octavio Paz, connotado y controversial ensayista, se convirtió en 1990 en el primer escritor mexicano reconocido con el premio Nobel de Literatura y el cuarto de América Latina, luego de Miguel Ángel Asturias (1967), Pablo Neruda (1971) y Gabriel García Márquez (1982)).
En 1978 Octavio Paz publicó en la revista ‘Vuelta’ un interesante ensayo sobre los males del estatismo y populismo, bajo el título ‘El ogro filantrópico’. Un año más tarde presentó un libro en el cual Paz profundizó sus críticas sobre el totalitarismo (tanto de derecha, como los populistas de izquierda) con agudas referencias a la entonces Unión Soviética y al régimen cubano.
‘Octavio Paz –según una reseña biográfica- señala en su obra cómo el centralismo y el patrimonialismo estatal -herencia del régimen patrimonial español- han estado asociados al populismo, propiciando igualmente los vicios del amiguismo, el tráfico de influencias y la corrupción. Todos son componentes característicos de gobiernos autoritarios y del capitalismo de Estado en los que el Poder Ejecutivo controla, en forma determinante, los demás poderes públicos, por lo que el Gobierno asume un estilo dictatorial que se sobrepone al interés social y político para determinar, con su único criterio, lo que es bueno para la sociedad. Son estas, por cierto, las características de las corrientes autoritarias que han venido surgiendo en las últimas décadas en América Latina, con el empeño de revivir modelos fracasados del pasado’. Hasta aquí la cita de Octavio Paz.
• ¡Viva el consumo!
En esta época de cambio –o cambio de época, como se ha insistido-, lo que manda no es la estadística codificada sino las inversiones. ¡Al diablo los ahorros!, se ha dicho. En el caso que nos ocupa, la situación del Ecuador ha cambiado en los últimos diez años, según unos por la dolarización, y según otros por las altas inversiones del sector público, como nunca antes en la historia.
Ciertas o no estas condiciones macroeconómicas han marcado la estabilidad para que la gente pueda crecer –léase consumir antes que producir-, los bancos ganen más y la clase media resurgir al atribuírsele al Estado un papel protagónico en la sociedad, mientras los bolsillos de los ciudadanos han sido progresivamente debilitados. Pero otra es la realidad de la milanesa, como dicen los uruguayos.
• El nuevo dios
En este escenario cuasi surrealista o macondiano en el que vivimos surgió como por arte no de magia sino de estrategias bien estudiadas, un fenómeno evidente: la revolución del consumismo en los centros comerciales, que como hongos silvestres crecieron, frente a una arrolladora demanda de clientes, que hacían ‘cola’ para ingresar, comprar bienes y servicios, quienes se endeudaban como locos con tarjetas de crédito, y saturaban el ambiente de desperdicios, en aras de una nueva civilización anclada en el consumo, la satisfacción y el shopping.
Este tráfago no es malo, según los especialistas, porque se dinamizó la economía; mejoraron los intercambios sociales y económicos; se beneficiaron los productores y distribuidores, y lo que es más importante: mejoraron las recaudaciones fiscales, en aras, claro, del supuesto bienestar de los ex burgueses. En otros términos: ¡la clase media se consolidó en el Ecuador, por el nuevo dios que había nacido en las canteras de la revolución consumista!
• El discreto (des) encanto
Ergo: convertidos todos en clientes o consumidores –y en deudores-, el paso a la realización humana plena, con Abraham Maslow o sin él- estuvo al alcance de todos o de casi todos.
El paraíso terrenal estuvo cerca del Ecuador: unos hablaron del ‘milagro’ equinoccial, otros del nuevo ‘jaguar’ latinoamericano, y por último –los pérfidos opositores- del síntoma de una próxima debacle. Porque, a no ser por algún pequeño detalle más bien semántico (‘desaceleración’ decía el oficialismo; ‘crisis’ la oposición), la pobreza cobró vigencia: los pobres extremos se hicieron pobres, los pobres subieron de categoría al convertirse en clases medias consumidoras, y las clases medias se transformaron en altas; es decir, listas para pagar… (evadir) los impuestos estatales y crear empresas ‘offshore’. ¡Qué tal!
En resumen: el discreto encanto de la burguesía quedó para la historia: en un indiscreto desencanto de la empobrecida burguesía consumidora, sin recursos para ver a Buñuel en pantalla grande y saborear cangüil y refrescos edulcorados con el bendito 14%.