Durante una conversación sobre mis artículos de opinión hace unos días, mi adorada nieta Sophia, de 8 años, me preguntó si podría hacerle el favor de escribir un artículo para ella. Lo preguntó así, muy formalmente, y con exquisita cortesía ¿Sobre qué, mi amor? le pregunté. Y ella me respondió, Sobre las abejas y las mariposas. Y procedió a darme una muy lúcida explicación de las catástrofes ecológicas que resultarían de la eventual desaparición de las abejas y las mariposas, y agregó que por eso me pedía que por favor escriba un artículo sobre ellas: para ayudar a crear consciencia.
En un anterior artículo titulado “Consciencia ciudadana”, argumenté a favor de que, comenzando con algo tan básico como el bloqueo de las intersecciones, todos vayamos tomando conciencia de los cambios que necesitamos hacer para mejorar nuestra sociedad.
Al costado del palacio de Sans Souci, en Potsdam, Alemania, hay un alto edificio comúnmente llamado el ‘Molino Histórico’. Aunque su “historia” es una leyenda, vale la pena contarla. Según dicen, cuando Federico II de Prusia decidió construir su palacio de verano cerca de Berlín, quiso comprar un terreno, que requería, a un molinero del lugar. Pero este no quería vender. Cuando el Rey le mandó decir que podría expropiarlo, el molinero respondió que no pensaba que haría eso el mismo rey que había creado el tribunal supremo de justicia. Y Federico no expropió el molino.
¿Quién curará las heridas psicológicas y emocionales de los niños de Siria? ¿De las niñas secuestradas en Nigeria? ¿De aquellos niños en Gaza que sobrevivieron o sobrevivan a los bombardeos? Más aún, ¿será posible curar esas heridas?
Dos grandes pensadores del siglo 20, Erich Fromm e Isaiah Berlin, plantearon la distinción entre libertad “de” y libertad “para”: la “de” es la ausencia de imposiciones externas; la “para”, la ausencia de ataduras internas como el miedo y las inseguridades.
Hace unos días, mi esposa María Antonieta bajó a su celular una aplicación de “realidad virtual” con la cual pudo colocar a un dinosaurio en la sala de nuestra casa y tomarle una foto que a nuestra nieta pequeña le pareció extremadamente divertida.
Comento, y luego conecto, dos escritos que leí últimamente: el primero, “IESS, el tío rico” del Dr. Carlos Mosquera Benalcázar, fechado el 24 de julio de 2020 y recibido sin referencia a dónde fue publicado originalmente, defecto de las redes sociales que debemos eliminar; el otro, “Morurco, el centinela del coloso” publicado por el Sr. Patricio Castro en la revista “Cordillera” de junio de 2007.
Desmond Tutu cuenta que una mujer blanca, gravemente herida en un ataque terrorista por un militante negro, había dicho ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica: “Perdono al perpetrador, y espero que él me perdone”.
Estimados: Hay circunstancias en que es razonable confrontarnos, cada quien en su orilla de la quebrada que nos separa. Pero también las hay en que lo sensato, en nuestra común humanidad, es ver qué pudiera unirnos y permitir que trabajemos juntos. Estamos en momentos de este segundo tipo, así que les ofrezco algunas reflexiones en busca de diálogo entre ustedes los socialistas y nosotros los liberales.
“Tengo un sueño”, viene del famoso y tan elocuente discurso de Martin Luther King, Jr. pronunciado en agosto de 1963; “no puedo respirar” recoge las últimas palabras de George Floyd, víctima mortal del más reciente episodio de brutalidad policial en Estados Unidos. Juntas como están acá, las dos frases aparecen en una caricatura difundida por el editor del periódico Global Times, órgano estatal de la República Popular China, bajo un faro pintado con los colores de la bandera de Estados Unidos cuyo haz de luz se proyecta a gran distancia. Es una agria forma de sugerir que, dadas sus profundas contradicciones internas, EE.UU. carece de la autoridad moral para dar lecciones de ética social o internacional a la propia China u otros países en los que se pisotean los derechos, no solo de las minorías sino de todos. Burlarse de las contradicciones de una sociedad cuando la propia adolece de mucho peores me parece cínico e hipócrita. Pero el editor chino no deja de resultar admirable por lo in
Asco, ira, indignación, deseo de que el castigo sea duro son las reacciones que compartimos muchos al saber que se ha desatado una nueva epidemia de corrupción entre funcionarios y empresarios en la compra de insumos para atender la emergencia. Tienta pensar que estos actos venales son doblemente repudiables porque ocurren al tratar de responder a semejante flagelo, pero no son más graves que otros. La corrupción que asola a nuestros pueblos desde hace siglos ha sido igual de terrible siempre. Con lo robado por funcionarios y empresarios venales y lo dejado de pagar por evasores tributarios durante siglos, podríamos haber tenido, hace mucho, excelentes escuelas, hospitales e infraestructura, una población sana, educada y trabajadora, reservas para enfrentar emergencias, una sociedad funcional, y una economía atractiva para las inversiones y altamente productiva. Basta pensar que solo lo que robaron los sinvergüenzas del correísmo equivale a toda la actual inmensa deuda externa del Ecua
El verbo “ignorar” tiene dos acepciones. La primera denota ausencia de determinado conocimiento: si alguien no conoce, por ejemplo, los nombres de los planetas, es correcto decir que los ignora o es ignorante de ellos, lo cual no constituye defecto. La segunda acepción describe el acto voluntario, que sí considero un serio defecto, de “desconocer”, incluso con conocimiento de ella, la validez o importancia de una verdad o experticia.
Estamos en una encrucijada: lo que hacemos para conservar nuestra salud detiene los procesos productivos y, del otro lado, reiniciar la plena actividad productiva detendrá los esfuerzos por frenar la pandemia. ¿Debemos optar entre protegernos del virus y morir de hambre o protegernos del hambre y morir del virus?
No solo en el virus debemos pensar. Están circulando vídeos de grupos de mujeres, la mayoría jóvenes, realizando una coreografía acompañada de cánticos que protestan contra el machismo, abusos contra las mujeres, violencia y violación. Son a mi juicio totalmente legítimas las protestas contra todo aquello, que representa la peor lacra de nuestras sociedades. Las he hecho mías y apoyado durante décadas, en este espacio y en muchos otros.
El Alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg acaba de renunciar a buscar la candidatura del Partido Demócrata para las elecciones de este año en los Estados Unidos porque, dijo, prefiere anteponer los intereses del país y sus ciudadanos a los de él. Los escépticos dirán que no hizo más que reconocer el hecho ineludibe de que es imposible que llegue a ser el candidato de su partido. Pero aun si se reconoce a ese como factor en la decisión de Buttigieg, sigue siendo cierto que la tomó en un momento mucho más oportuno del que habría sido si esperaba e insistía en mantener su candidatura, en desmedro de la necesaria unificación del Partido Demócrata, primero contra el radicalismo del Senador Bernie Sanders, y luego contra Donald Trump.
Los humanos tendemos a etiquetarnos según varios criterios. Los más comunes han sido los de supuesta identidad grupal, étnica o nacional: desde la antigüedad, griegos se distinguían de troyanos, persas y egipcios; romanos de cartagineses, celtas y godos: visigodos de íberos; blancos de negros e indígenas, etcétera, ad inifinitum.
jzalles@elcomercio.org Hace muchos años, un prominente abogado me dijo que “la verdad no se usa en el Ecuador”, terrible afirmación que generalizada a todos en el país resulta una afrenta, pero que lamentablemente es cierta de algún número de personas entre nosotros. Aspecto esencial del drama que vivimos es, para parafrasear a Fromm, el miedo a la verdad. Los humanos tenemos una enorme propensión al auto-engaño, a la preferencia por “no pensar en cosas feas”, a no querer admitir nuestras faltas, y a más bien culpar a otros de nuestros errores y penurias. Elijo tan sombrío tema para mis últimas reflexiones de este año por el deseo permanente, aunque más acentuado en la época navideña, de felicidad para quienes amo y aprecio, y por la habitual idea de que es bueno fijar metas para el año que vendrá.
Chris Argyris y Donald Schöen, profesores del Instituto Tecnológico de Massachussetts, MIT, publicaron en 1996 un libro con el intrigante título de “Aprendizaje Organizacional II”. El número romano “II” se refiere a la idea esencial de que ante cualquier problema, es necesario un aprendizaje en dos (II) ciclos: en el primero, de lo necesario para resolver la instancia específica que se está enfrentando del problema (por ejemplo, diagnosticar que un niño sufre de dengue para curarlo de la enfermedad); pero en el segundo ciclo, deberíamos aprender cuáles son las causas subyacentes, para no solo resolver instancias específicas del problema, sino eliminar la posibilidad de que se repita (por ej., identificar las aguas estancadas en las que se criaron los mosquitos que infectaron de dengue al niño, y eliminar tanto las aguas como los mosquitos).
En el Ecuador se está hablando de dialogar, pero me da la triste impresión de que en las actuales circunstancias pocos “diálogos” llegarán muy lejos en dirección a desbloquear la toma de decisiones nacionales. El problema principal que veo es la insistencia de la mayoría de actores en la superior y hasta absoluta validez de sus derechos, perspectivas, aspiraciones, reivindicaciones, y/o propuestas.
Por supuesto que debemos dialogar. La única alternativa es ver quién es más fuerte y pega más duro, que es adonde quieren llevarnos los vergonzantes servidores de Maduro, Correa y sus esbirros.