La pandemia desatada por el coronavirus impactó en todo sentido. Un ejemplo, son las estadísticas relacionadas con accidentes de tránsito. Durante abril, el mes más álgido de la crisis sanitaria, las cifras cayeron en un 50% con relación a enero y febrero, cuando el país estaba libre del covid-19 y de sus secuelas.
Por supuesto que para esa reducción influyeron por completo las restricciones que la autoridad interpuso para frenar el virus.
Si embargo, todos han sido testigos de cómo poco a poco se ha acelerado el incremento de siniestros. De 521 casos reportados en abril, en junio pasaron a 1 165. Agosto cerró con 1 399 percances. A ese ritmo, el país igualará rápidamente la media del primer bimestre del 2020: 1 900 casos al mes.
Es lamentable saber que pese a los controles rigurosos de estos tiempos y al intenso despliegue de uniformados, las principales causas de los accidentes sean el hablar por teléfono, maquillarse, comer o manipular pantallas de video mientras se maneja.
El 33,6% de las colisiones se produjeron por este tipo de acciones irresponsables.
Entonces, cada uno debe ser consciente al momento de conducir un automotor.
El 16,8% de choques fue provocado por no respetar las señales, como el Pare, Ceda el paso o la luz roja del semáforo.
En otro porcentaje menor (16,2%), pero igual de importante y preocupante está el exceder los límites de velocidad permitidos.
En ocho meses de este año, la imprudencia y la impericia de quienes están al frente del volante han dejado 1 049 lesionados y 118 fallecidos. Cifras por demás preocupantes.
Detrás de cada víctima hay familias enteras e historias desgarradoras. Cristian Robalino murió en la vía el 23 de mayo pasado. La vida cambió por completo para sus allegados. Hoy solo piden que el responsable sea sancionado con todo el rigor de la ley, bajo el debido proceso y el derecho a la defensa.
Cientos de familias claman por mayor seguridad vial. Todos los ciudadanos están obligados a responder para que esto se concrete.