La realidad de las cárceles simplemente espeluzna. Después de una década de correísmo se destapa el crónico hacinamiento que viven los detenidos. En el CDP de Quito hay una sobrepoblación de 167%. En Jipijapa llega al 268%, en Ibarra al 123%. en Bahía al 150%.
En la cárcel capitalina, los presos están acostados unos junto a otros en las estrechas camas. Quienes no tienen dónde hacerlo están obligados a dormir en el piso. Las toallas, camisetas, medias y ropa interior son secados sobre literas. ¡Increíble!
Por ahora, la alternativa ha sido llevar a 164 detenidos por apremio al CDP de San Roque, un viejo reclusorio que cerró hace cinco años y que tiene falencias en servicios básicos. Su estructura está deteriorada.
En la prisión de Santo Domingo de los Tsáchilas falta agua potable. Un tanquero abastese el líquido, pero es insuficiente.
Incluso hay fechas en que el desabastecimiento dura semanas, como ocurrió en octubre pasado, cuando la planta de captación de la ciudad tuvo problemas de estiaje por el bajo caudal del río Lelia.
Pero no solo eso. En Latacunga, Ibarra, Machala y Quito hay quejas por las bajas porciones de alimentos que reciben los presos. Resulta que durante siete años, este servicio ha estado a cargo de la misma empresa. Esta administración tomó la decisión de someter el contrato a una auditoría.
Una cláusula del contrato exige que en el desayuno se dé un vaso de colada de máchica, maicena, tapioca, quinua, avena en leche o fruta, jugo o café con leche. Además, un pan, un huevo, un pedazo de queso, embutido o mermelada. Los detenidos del CDP-Quito dicen que solo les sirven un vaso de colada y pan.
¿Por qué antes no se investigó este caso? Si la auditoría arroja resultados negativos, el Ministerio de Justicia está obligado a resolver de inmediato este servicio en las cárceles.
En medio de estos hechos, desde el 15 de enero las prisiones pasarán a ser manejadas por un Servicio de Atención Integral, que está obligado a resolver todas las falencias.