Engañados
La noticia se regó fácilmente en las comunidades de Chimborazo. Alguien dijo que por la pandemia hay menos controles para ingresar a Estados Unidos y que podían viajar sin papeles. El mensaje se multiplicó y los más jóvenes se arriesgaron y emprendieron el viaje vía terrestre para alcanzar el sueño americano.
Fueron engañados por los coyoteros. Los filtros son los mismos. Quizá más rigurosos.
Las cifras corroboran aquello. Solo entre enero y septiembre de este año, 1 921 ecuatorianos han sido deportados de EE.UU. Las estadísticas pueden aumentar. Aún no están contabilizados quienes llegaron en los cinco vuelos que arribaron este mes.
La diferencia con el 2019 es grande. Ese año volvieron 933 deportados. ¡Penoso!
Son humildes pobladores que salieron de Azuay, Cañar y Morona Santiago.
En sus pueblos saben que todo se origina por el desempleo y por los escasos ingresos económicos. Dicen que la crisis desatada por el covid-19 aceleró la salida al exterior.
El 98% de las deportaciones se produce luego de que los compatriotas son detenidos mientras transitan sin documentos por los estados fronterizos de Texas, Nuevo México y Arizona. El 2% retorna tras un proceso judicial por alguna falta o delito.
Son cifras que dan luces de lo que está pasando con los ecuatorianos y con las poderosas redes delictivas que están detrás.
Cobran miles de dólares con la promesa de ayudar a llegar a los EE.UU.
Quienes han recorrido los desiertos, rumbo a esa nación, han visto mujeres con niños en brazos, personas abandonadas y hasta restos humanos. Muchos han perdido la vida en el trayecto. Este año, 20 familias han pedido formalmente al Estado, para que ayude en la repatriación de los cuerpos. 12 llegaron. Faltan ocho.
Que estos casos no queden únicamente en cifras frías. Detrás de cada persona hay familias enteras. Hay esposas, esposos, madres, padres, hijos pequeños. Es urgente atender a esos pueblos de donde la gente sale. El Estado tiene una gran tarea por ejecutar en adelante.