Los testimonios son desgarradores. Unos salen en la madrugada de sus pueblos. Van solos. Toman camionetas contratadas, llegan a Quito y se embarcan en el avión. Otros tienen la oportunidad de ser despedidos por sus parientes. Se abrazan, lloran, les dan la bendición y se marchan.
El destino: México y luego Estados Unidos. En las rutas clandestinas entre estas dos naciones han desaparecido ecuatorianos que se movilizan sin papeles. El Ministerio de Relaciones Exteriores habla de 15 casos en este año. La organización 1800 Migrante, que trabaja en el tema, advierte que desde 2012 son 143.
Lo cierto es que los familiares prefieren callar ante lo que ocurre. Simplemente no reportan lo sucedido.
Entonces, quienes hoy manejan el país no debieran conformarse con las cifras oficiales. En pueblos de Azuay, Cañar, Morona Santiago, Loja o Chimborazo se vive la verdadera realidad y este Diario lo ha documento en páginas enteras.
Julieta Ortiz espera a su esposo desde el 15 de febrero. Son cinco meses que no sabe nada de él. Cuando se fue dijo que le iría bien, porque en el 2020, en su primer intento de llegar a EE.UU., ya conoció el trayecto. Hoy, su pareja sabe que murió en un intento de huir de la Policía.
Es urgente que el Estado atienda a deportados como él. No lo hace, aunque diga que sí. Quienes retornan intentan viajar una y otra vez. Nadie los asiste. Sí. Este Gobierno apenas comienza. Tiene un plan para ayudarlos. Que se cumpla.
Los hijos de Juan Carlos y de Carolina también los esperan desde marzo pasado. La última vez que se comunicaron, los papás estabanen un barco,con chaleco salvavidas. De pronto dijeron que debían cerrar la llamada y desde entonces no tienen más información.
Con Juan Carlos y Carolina iban María Eliza, Cristian Paúl y Carmen Carolina.
Todos debían cruzar la ruta que los coyoteros trazaron por las Bahamas.
Hay tensión en las familias. No saben si están secuestrados, detenidos o naufragaron. Las respuestas son nulas.
En esa intención de llegar a Estados Unidos, en este año además han muerto 13 ecuatorianos. Christian Alexander solo tenía 15 años y pereció en el desierto. Iba con su padre. Ambos salieron de Ecuador hace más de un mes.
Quería reunirse con su madre. Hoy, ella solo pide que los menores no viajen nunca como indocumentados. Sabe que el riesgo de enviar con coyotes es alto.
Washington Quizhpi tuvo mejor suerte. Luego de que se publicara su caso, grupos de defensores de DD.HH. se movilizaron en la frontera y lo localizaron en Ciudad Juárez. Tiene problemas de salud mental y discapacidad auditiva.
Luego de no poder cruzar el desierto se quedó sólo y sin dinero. Vivió en las calles, comía cuando podía, le robaron los zapatos y demás pertenencias.
El 4 de junio terminó la odisea y finalmente pudo encontrarse con su madre.
Antes se abrazó con sus abuelitos, que viajaron de Ecuador para el reencuentro.
Los investigadores hablan de crisis humanitaria. El Gobierno está obligado a atender esta dramática situación.
Los migrantes necesitan la atención de todos. No los abandonen.