Les propongo ser creativos. Si Angela Merkel tiene su propio neologismo: ‘merkelear’, Neisi Dajomes debería tener el suyo. Podría ser algo así como ‘dajomear’ y en el diccionario de la RAE esa entrada debería decir: acción de no rendirse frente a ningún tipo de adversidad; o cumplir los sueños de la infancia a pesar de las imposiciones de la sociedad.
De niña, la hija de Orfelina y la hermana de Javier, Luisa, Angie, Germán y Jessica, soñó con competir en unos juegos olímpicos y obtener una medalla. Ese sueño se hizo realidad el 1 de agosto del 2021 cuando ganó la medalla de oro en Tokio, Japón. Ese día, además, se convirtió en la primera mujer ecuatoriana en subir al podio olímpico en la historia.
Muchos habrán decidido quedarse con la imagen de aquel día, en el que Neisi aparece con su turbante de colores en la cabeza y mostrando feliz su medalla dorada. A pesar de mi total desconocimiento sobre la halterofilia -nunca he entrado a un gimnasio y peor levantado una pesa- a mí sí me ganó la curiosidad.
Así que me empeñé por leer ‘Levanta como niña: la historia de Neisi Dajomes’ escrita por Álvaro Alemán y publicada, en coedición, por El Fakir editores. Lo que encontré en sus más de cien páginas fue la historia de una mujer en cuya vida resuenan los ecos de la violencia en Colombia, la ruptura familiar y una estrecha relación entre hermanos.
Asimismo, me encontré con la historia de una deportista con un talento y disciplina envidiables y la de un intelectual: Álvaro Alemán, que descubrió en un gimnasio del pequeño poblado de Shell, ubicado a las afueras del Puyo, lo que menos hubiera imaginado, una nueva maestra.
Este encuentro azaroso entre Dajomes y Alemán, que luego devino en una relación de amistad e intercambio de conocimientos, sin duda es uno de los pasajes más entretenidos del libro, pero no el único. A ellos se suma la narración de los años que Neisi vivió en Alausí, o su participación en los Juegos Panamericanos Senior del 2015.
Hay pasajes del libro que también dan cuenta del anhelo de superación constante de Dajomes y la exigencia impuesta por sus entrenadores; y otros que develan la ineptitud de varios dirigentes deportivos del país. Por ejemplo, espanta leer toda la angustia y soledad que vivió en España, cuando no pudo viajar a Tokio, con el resto de pesistas de la delegación ecuatoriana.
La historia de Neisi es una especie de paraguas que al abrirse suelta una lluvia de reflexiones, una de ellas es que efectivamente con el talento no alcanza para que alguien logre el éxito deportivo. Sus logros son una muestra de su talento, pero también de su disciplina y constancia, valores que no mermaron con la muerte de su madre y su hermano y peor aún con la llegada del covid-19.
A sus 23 años, Neisi Dajomes ha demostrado que puede con los pesos impuestos por la práctica deportiva, pero también con los pesos impuestos por una sociedad que nunca hubiera apostado para que una niña afro que nació en la Amazonía se convierta en el referente de millones de otras niñas de un país que intuyo no le vendría mal ‘dajomear’ más.