Islandia,1972. El estadounidense Bobby Fischer vence al soviético Boris Spassky y gana el mundial de ajedrez. Su triunfo no solo rompe con una racha de victorias que los jugadores de la URSS habían mantenido por más de dos décadas sino que confirma, que para ese momento, la Guerra Fría se disputa en todos los ámbitos de la sociedad.
Las referencias a la vida de estos dos Gran Maestros del ajedrez y a su épico duelo forman parte de la trama de ‘Gambito de dama’. La serie cuenta la historia de Beth Harmon (Anya Taylor-Joy), un personaje que el espectador acompaña desde sus años de infancia, en un hogar de adopción, hasta su consagración como la mejor ajedrecista del mundo.
En el camino para llegar al Olimpo de los ajedrecistas se enfrenta a todo tipo de jugadores. La mayoría son hombres mayores que ella. Sus victorias siempre son fáciles y contundentes, hasta que empieza a jugar contra los soviéticos. El primero de ellos es un niño de mirada apacible y gestos mesurados, que aprendió a jugar a los cuatro años.
Como sucede en el libro homónimo que Walter Tevis publicó en 1983, las partidas entre Harmon y los jugadores soviéticos no solo muestran dos formas de jugar totalmente distintas, sino dos visiones opuestas del mundo. La estadounidense, siempre apegada a la intuición y el talento mientras que la soviética, a la preparación y la disciplina.
Hay que recordar que en la URSS, el ajedrez no solo se convirtió en un deporte nacional, sino en uno de los mejores mecanismos de propaganda del régimen. Desde 1923, el Comisariado Supremo de la Cultura Física, una especie de ministerio del deporte, se encargó de que este juego ocupe un lugar esencial en la formación de millones de niños y jóvenes.
Uno de los giros más interesantes de la historia ocurre precisamente cuando Harmon descubre que su genio no es suficiente para vencer a Vasily Borgov, el campeón mundial de ajedrez. Al inicio, la única forma que encuentra para lidiar con sus derrotas frente a este jugador son la soledad y su adicción al alcohol y a los tranquilizantes.
En ‘Gambito de dama’, Scott Frank, el director de la miniserie, explota con éxito un puñado de símbolos culturales que Hollywood usó en el pasado, para contar historias ambientadas en los años de la Guerra Fría. Mientras Harmon goza de toda la libertad para ir en busca de sus sueños, Borgov, a pesar de sus logros, no puede salir de un estado de vigilancia constante.
Este recurso narrativo funciona gracias a que la trama reivindica la idea amateur del juego. Más que obtener el título mundial, lo que obsesiona a la protagonista es encontrar la forma de vencer a Borgov.
El reto que tiene radica en imaginar el triunfo en su cabeza y luego plasmarlo en el tablero. Para lograrlo lo único que necesita es entender que puede lidiar con sus traumas y adicciones de otra forma. Ese espíritu amateur que la acompaña convierte a esta serie en una historia atractiva hasta para aquellos que nunca han jugado una partida de ajedrez.
Al igual que le sucedió a Fischer, luego de ganar el título mundial, Harmon se convierte en una especie de ‘héroe’ de guerra. No sabemos lo que pasa con Borgov, pero sí que Spassky, después de su derrota, fue criticado y relegado por nuevos ajedrecistas, entre ellos Kárpov y Kaspárov.