'El dilema de las redes sociales'
Hace tiempo que revisar las redes sociales dejó de ser un pasatiempo y se convirtió, aunque a muchos nos cueste admitirlo, en una adicción. Solo hay que detenerse a pensar por unos minutos cuáles eran nuestros hábitos cotidianos en el pasado y cómo son en la actualidad. ¿Qué es lo primero que hacemos cuando nos despertamos, cuando nos levantamos de la mesa, cuando estamos manejando y el semáforo cambia a rojo, cuando se terminan los temas de conversación en una reunión, o qué es lo último que hacemos antes de dormir?.
Que el común de los mortales admita que es adicto a Facebook, Twitter, Instagram o WhatsApp, a estas alturas, ya no es una novedad. Lo novedoso es que las personas que ayudaron a desarrollar varias de estas redes sociales lo admitan. Eso es precisamente lo que sucede en 'El dilema de las redes sociales', el nuevo documental de Netflix, un filme en el que se ahonda en los problemas sobre el uso excesivo de las redes sociales, un debate que, sin duda, incomodaría a personas como Mark Zuckerberg o Larry Page.
A quien no le incomoda reconocer su adicción a una o varias de las decenas de redes sociales que existen en la actualidad es a Tristan Harris, exdiseñador ético de Google y cofundador del Centro para La Tecnología Humana; a Justin Rosentein coinventor de Google Drive, Gmail Chat y del botón de me gusta de Facebook; a Joe Toscano exconsultor de experiencia de diseño de Google; a Tim Kendall expresidente de Pinterest y exdirector de monetización de Facebook; o Jeff Seibert exejecutivo de Twitter, entre otros.
El debate en este documental va más allá de la dicotomía entre el bien y el mal. Ninguno de los testimonios apunta a satanizar a las redes sociales y menos a olvidar que, en muchos casos, han servido para unir familias, encontrar donantes de órganos o ayudar al rescate de animales, sino más bien que intenta responder a la pregunta planteada por los realizadores del documental: ¿cuál es el problema de las redes sociales? La mayoría de respuestas apuntan a la necesidad de que la gente común entienda el funcionamiento y el alcance que tienen estas plataformas digitales en nuestras vidas, con el objetivo de que cada uno elija qué hacer con ellas.
¿Alguna vez han pensado cómo ven estas empresas a las personas que están frente a una pantalla? Una de las respuestas que erizan la piel es como a un avatar o muñeco vudú al cual es muy fácil manipular. Harris, por ejemplo, explica que estas empresas tienen tres metas claras: la meta de atención, que consiste en aumentar el tiempo que una persona pasa deslizando su dedo en un red social; la meta de crecimiento, enfocada en hacer que la persona regrese e invite a más amigos; y la meta de publicidad, que consiste en que mientras todo lo anterior ocurre se pague más dinero en publicidad. Para lograrlas no se usan humanos sino algoritmos.
Lo que asusta de todo esto es que cada vez los algoritmos logran hacer mejores predicciones de lo que hacemos y de quienes somos. Lo hacen gracias a la información que entregamos a diario. En este contexto entra lo que la profesora de Harvard Shoshana Zufoff llama el capitalismo de vigilancia. "El objetivo de esta empresas -dice- es vender certezas y hacer buenas predicciones y para eso necesitas mucha información. Antes existían mercados de futuro de venta de carne de cerdos o de hidrocarburos, ahora existe un mercado de futuros en el que se comercia exclusivamente con humanos. Eso ha generado billones de dólares y ha convertido a las empresas tecnológicas en las más ricas de toda la historia de la humanidad".
Algo que también nos recuerdan estos gurús de la tecnología es que todo lo que hacemos en Internet se observa, se registra y se mide, que todas nuestras acciones son monitoreadas o grabadas y que cada vez más se perfecciona la tecnología persuasiva para implantarnos hábitos. Sin duda, la mirada más radical es la de Jaron Lanier, padre fundador de la realidad virtual, experto informático y autor de 'Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato'. Él sostiene que el producto no es la venta de nuestra información sino el pequeño cambio gradual e imperceptible en nuestro comportamiento. "Lo único que produce dinero es cambiar lo que haces, como piensas, quién eres y ese es un cambio sutil".
Quizás muchos piensen que esta es una conversación para la cual los ecuatorianos no estamos listos. Pero la verdad no importa si no lo estamos. Reconocer que, al igual que el resto de la humanidad, somos una sociedad adicta a las redes sociales y que esa condición acarrea problemas individuales, sociales y hasta políticos permitirá activar el debate en la academia y la clase política, pero, sobre todo, al interior de nuestras vidas privadas, que al parecer de esto último tienen muy poco.