Ameer es un padre de familia afgano cuyo único propósito en la vida es darle un futuro a su familia. Sabe que si se quedan en su país la guerra los terminará devorando. Lo ha hecho con la mayoría de sus conocidos y presiente que es cuestión de tiempo para que les llegue su turno. Su sueño en teoría es simple, llegar a Australia, conseguir un trabajo que le permita mantener a su familia y que sus dos hijas sigan estudiando.
En la práctica el camino para el sueño de Ameer (Fayssal Bazzi), personaje protagónico de la miniserie ‘Desplazados’, una de las joyas ‘escondidas’ de Netflix, está poblado de una complejidad que la mayoría de nosotros desconoce pero que intuye: redes de coyoterismo, estafas, violación de los derechos humanos, abusos psicológicos y físicos, muerte, olvido y silencio, sobre todo, silencio.
La vida de Ameer es de esas historias de las que no hablamos en la cotidianidad. No aparecen en los debates académicos, en las conversaciones de sobremesa o en los hilos de Twitter. No hablamos de ellas porque ignoremos que existen sino porque, aunque nos cueste admitirlo, nos incomoda reconocer que las guerras y los conflictos armados son reales y que dejan sin hogar a miles de personas.
La serie producida por la actriz Cate Blanchett, Embajadora de Buena Voluntad de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), muestra el vía crucis por el que tienen que pasar las personas desplazadas, pero también ahonda en la idea de la pérdida de la identidad en el contexto global, ¿qué pasa con la identidad de una persona cuando se enfrenta a una detención a largo plazo, o cuando se convierte en una estadística?
Para narrar esa realidad los guionistas de la serie unieron la historia de Ameer a la de Sofie Warner, una azafata de vuelo que escapa de una secta de autoayuda, a la de un padre de familia australiano que acepta un empleo para el que no está capacitado, con el fin de mantener a sus hijos y el de una funcionaria del Gobierno, que maneja un centro de detención en el desierto de Australia.
La historia de Warner (Yvonne Strahovski) está inspirada en un hecho de la vida real. En 2005 una azafata australiana, con problemas mentales, escapó de un hospital psiquiátrico y terminó encerrada, no se sabe cómo, durante varias semanas, en un centro de detención de inmigrantes ilegales.
En ese centro de detención, un recinto lleno de vallas vigilado por guardias, Ameer descubrirá que aunque haya cumplido su sueño de llegar a Australia quizás él nunca deje de ser un desplazado. Por su parte, los funcionarios y guardias se darán cuenta que, a la larga, estar allí no solo afecta a los inmigrantes, sino también a sus vidas personales.
Según el último informe anual de la Acnur, que se presentó el pasado 20 de junio, 79 millones de personas estaban desplazadas en el mundo hasta finales del 2019. Esto quiere decir que el desplazamiento forzado está afectando a más del uno por ciento de la humanidad. En cifras frías una de cada 97 personas en el mundo es desplazado.