‘La Casa de Papel’ y el amor por las ciudades
Con el primer volumen de la quinta temporada resuelto, sospecho que no existe un solo fanático de ‘La Casa de Papel’, que a estas alturas no tenga claro qué nombre de ciudad elegiría como alias y cuáles serían los argumentos que lanzaría para sostener esa elección.
Seguramente hay personas que se decantaron por ciudades como Tokio, Berlín, Lisboa, Moscú, Bogotá, Nairobi, Manila, Oslo, Helsinki, Estocolmo, Palermo o Denver. En mi caso la elección fue fácil, cuando me hice esa pregunta no dudé en responderme que mi alias sería Estambul.
Sé que la primera idea que a muchos les vendrá a la cabeza al escuchar el nombre de esta ciudad son las telenovelas turcas, que por estos días gozan de gran popularidad en el mundo entero, y que otros tantos recordarán a Recep Erdogan, el presidente de rasgos autoritarios, que visitó el país en tiempos del correísmo.
Pero mi Estambul es otro, el que conocí, recorrí y llegué a amar gracias a la literatura del escritor Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2006. Mi Estambul es el que aparece en ‘El castillo blanco’, ‘Estambul. Ciudad y recuerdos’, pero sobre todo es esa ciudad bañada por el Bósforo que asoma a plenitud en ‘El museo de la inocencia’.
La novela que Pamuk publicó en 2008 es sin duda una de los libros que empacaría si me fuera a vivir a una isla desierta, que salvaría de la hoguera, o que me aprendería de memoria, con el fin de que sobreviva a los amantes de la censura, como sucede en ‘Fahrenheit 451’ de Ray Bradbury.
Lo haría por lo fascinante de la trama, una historia de amor protagonizada por Kemal y Füsun; él, un joven miembro de la burguesía de Estambul y ella, su pariente lejana. Personajes que viven una relación contrariada que vence el paso del tiempo, gracias a la obsesión del protagonista por coleccionar cada objeto que pasó por las manos de Füsun.
Pero también lo salvaría porque en medio de esa obsesión por mantener viva la memoria de ella, Kemal sube y baja por las calles de Estambul, entra a bares y cafés y se planta a la orilla del Bósforo, unas veces para lamentarse de su suerte y otras simplemente para contemplar el mundo; sin proponérselo Kemal se convierte en guía para iniciados.
Lo más fascinante de sus travesías por Estambul es que las realiza a pie. Kemal se adentra en el corazón de esta ciudad caminando y es gracias a esa postura de viandante, ninguneada por la sociedad contemporánea, que va recordando y armando mentalmente su museo; el mismo que Pamuk sacó de la ficción y lo hizo tangible años más tarde.
Si hay alguien que aún no ha decidido qué nombre de ciudad elegiría para un alias todavía está a tiempo. Netflix anunció que el segundo volumen de la última temporada se estrenará el próximo 3 de diciembre. El ejercicio hasta esa fecha no solo consiste en escoger un nombre, sino en pensar con qué ciudad del mundo uno siente más afinidad y empatía.
Volviendo a la última temporada de ‘La Casa de papel’ solo resta decir que tiene un espíritu tarantinesco, que está marcado por los signos de la guerra: violencia, destrucción y muerte. Si fuera una ciudad, seguramente se llamaría Kabul, Damasco, Ciudad Juárez, Myanmar, o Puerto Príncipe.