La impactante salida de Octavio Zambrano como entrenador de El Nacional, que ha estremecido a los demás clubes con vitriólicas acusaciones, merece varias reflexiones.
1. Zambrano se va porque su estilo de trabajo, simplemente, no calzó en El Nacional o, mejor dicho, en el país. Al principio sonaba bien que un entrenador de su recorrido asumiera el reto de comandar a esta institución, grande y querida aunque venida a menos, en crisis de dinero y de resultados, pero que de todos modos buscaba algo diferente para recobrar terreno. Con el hito de un presidente civil, era lógica un DT de visión abierta como Zambrano. ¿Qué falló? Más que lo futbolístico (táctica, estrategia…), que tiene sus matices según cada partido, falló el discurso, muy frontal para el medio. Zambrano no es un entrenador ecuatoriano en el sentido chauvinista sino uno curtido en Estados Unidos, con una cultura diferente, frontal, planificada, que diferencia lo profesional de lo personal, que argumenta y que llama feo al feo. Acá se topó con un plantel (y algunos directivos, periodistas, hinchas) al que le costó mucho asimilar esta modalidad, peor aún con la presión por los resultados y el manido recuerdo del Bi-Tri. Esa frontalidad de Zambrano se reflejó en todo, en la pugna con Méndez (un autoproclamado caudillo a donde quiera que vaya) y también en la meta del sexto lugar, reflejo honesto de hasta dónde podía llegar con la plantilla que el presupuesto le pudo conseguir. Pero más honesto fue decir que el Bi-Tri ya no existe, que es una sombra que no refleja el actual estado de la institución criolla. Eso jamás se lo perdonarán. La verdad hiere como patada en el espinazo.
2. Claro, los resultados jamás le permitieron llegar a ese sexto lugar: lo máximo que pudo alcanzar fue el séptimo puesto y en 18 partidos solo pudo ganar cinco veces. Con esa tendencia, era imposible que El Nacional cumpliera su meta. Sin resultados, el discurso tambalea, se intoxica el ambiente y el final abrupto es inevitable.
3. Zambrano cometió un error de imagen: no irse cuando Jorge Yunda bajó al camerino, en el tristemente célebre partido con Deportivo Quito. El estratega antepuso su compromiso por el proceso. Creyó que podía alcanzar la meta y perdonó el exabrupto del presidente, que después de todo es un inexperto en el mundo de los dirigentes. Fue comprensivo. Si hubiera renunciado tras esa evidente afrenta a su espacio de trabajo, se habría ahorrado los disgustos que vinieron después.
4. Se dice que Zambrano, al quejarse de los juveniles de otros equipos, ha lanzado una cortina de humo. Puede ser, eso ya depende de cómo lo juzgue cada uno. Pero eso no es lo realmente importante pues dos clubes –Liga e Independiente-, precisamente de los que más ahínco ponen en las formativas, debieron dar explicaciones. Liga incluso se abstiene de alinear a su jugador cuestionado por las dudas. En realidad es poco viable –por lo logístico y lo financiero- que cada club levante todo un equipo de investigación detectivesca para cada novato que aparece en busca de fortuna como futbolista. Imaginen a cien investigadores de cada club lanzado a los diferentes pueblos del país para indagar al menor. Imposible. Pero Zambrano nos hace el favor de recordarnos que, desde que Moisés Cuero apareció hace poco más de tres lustros, existe un peligroso esquema que sigue vigente, que nadie afronta: el club dice que el jugador tiene sus papeles en orden en la Ecuafútbol, la Ecuafútbol dice que los papeles vienen del Registro Civil, el Registro Civil dice que le cree al padre… y el padre no aparece. Aun así, Liga e Independiente han detectado a varios infractores que no fueron recibidos. ¿Cómo estarán otros clubes que no poseen la prolijidad de Liga e Independiente, que incluso pide radiografía del carpo, el método que puso fin a los títulos mundiales juveniles de los africanos? Zambrano nos abre los ojos. Quizás no tuvo tino en sus palabras y eso le costará un expediente y una colección de enemigos. Pero nos hizo un favor. Quizás algún día alguien se lo agradezca.