Ganar es, por supuesto, el objetivo de un partido. Pero, a pesar de la derrota en La Bombonera, el debut de Gustavo Alfaro en las eliminatorias deja buenas sensaciones que auguran un futuro interesante para la Selección de Ecuador.
Primera gran noticia: hay entrenador. A pesar del contexto pandémico y de la guerra civil que vivió la Ecuafútbol, Alfaro ha dado pruebas de que tiene el profesionalismo suficiente para hacerse cargo de una Tricolor muy devaluada. Y justamente la primera meta importante de este nuevo ‘alfarismo’ es la de devolver la competitividad a un equipo que se devaluaba más rápido que el bolívar La presentación en Buenos Aires fue tan pareja, que a final de cuentas un error para el penalti que convirtió Lionel Messi fue lo que marcó la diferencia.
La segunda buena nueva está en el aplomo de los jugadores, que pasaron del susto y la ansiedad del inicio a soltarse y entenderse mejor, sobre todo los más jóvenes. A pesar del cortísimo tiempo, entendieron la idea táctica (y de que se la transmitió con claridad) y se esmeraron en aplicarla. Y también causa esperanza que el entrenador haya acertado en los cambios, señal de que no pierde los papeles en la presión.
Sí, hay esperanza por estos primeros pasos de este ‘alfarismo’ que busca promover el nuevo talento, pero esta siembra no debe hacerse a costa de los puntos. Perder en Quito puede poner en crisis el crédito de este proceso que arranca con ilusión.
Un detalle estadístico es que la Selección absoluta suele fracasar cuando se llena de jugadores novatos. Las derrotas fueron inevitables en cuatro partidos oficiales con seis jugadores menores de 23 años, y en uno que llegó a tener siete Sub 23 en cancha. La sangre nueva necesita ser sabiamente utilizada.
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Gustavo Alfaro, durante la rueda de prensa de este 11 de octubre de 2020. Foto: FEF