El guapo de la barra

Lo que otros callan por temor o timidez, aquí se lo dice sin anestesia. Es comentarista de fútbol de EL COMERCIO.

Alejandro Ribadeneira

Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central. Es periodista desde 1994. Colabora con el Grupo El Comercio desde el 2000 y se ha desempeñado en diversos puestos desde entonces. Actualmente ocupa el cargo de Editor Vida Privada.

La 'nueva normalidad' de un fútbol que nunca fue normal

El grito de festejo de los hinchas retumbó en el estadio olímpico Atahualpa. Fotos: Paúl Rivas / EL COMERCIO

El grito de festejo de los hinchas retumbó en el estadio olímpico Atahualpa. Fotos: Paúl Rivas / EL COMERCIO

Ya se anunció por parte del Gobierno que habrá una nueva normalidad. Para el fútbol profesional, aunque también para los otros niveles, cambiarán algunas cosas, empezando por la entrada de los equipos, cuyos jugadores ya no podrán ir de la mano junto a los niños. Ni siquiera habrá menores de edad.

Los jugadores ya no podrán saludarse de mano con los rivales ni con los jueces ni con nadie. No habrá el tradicional intercambio de banderines, a menos que los capitanes rocíen ahí mismo con alcohol los presentes que entreguen. El árbitro, por supuesto, no podrá usar una moneda para el sorteo del saque y de la cancha, así que deberá establecerse que el local saca primero, porque dejarlo al piedra-papel-tijera es algo ridículo.

Tampoco tendrá sentido que las plantillas saluden a las tribunas porque estarán vacías, sin hinchas ni vendedores de comida. Quizás, solo algunos guardias y los pocos periodistas que mantienen el oficio de mirar el cotejo, tomar nota y luego escribir una crónica. O, al menos, tuitear las incidencias.
La nueva normalidad prohibirá a los jugadores que escupan en el piso (eso será tarjeta roja y demanda penal) y tendrán que jugar con guantes, pues en el fútbol, como en el básquetbol, es imposible que no exista el contacto: solo en el área, antes de un tiro de esquina, hay forcejeos, agarrones y empujones.

Cuando ocurra un gol, los festejos deberán ser moderados. Nada de amontonamientos en la banca ni en cualquier lado. Nada de besos y abrazos. Imagino al delantero extendiendo sus manos (sus guantes) al cielo mientras el arquero rival toma el balón de la red y le pasa un poco de gel antibacterial.

Todo esto es una manera de entender eso de la nueva normalidad. Pero sería mejor que esa ‘nueva normalidad’ consista en un fútbol que, con todas sus categorías atendidas, sirva para unir y no para separar. Un fútbol en que lo normal sea el apego a las reglas, la planificación y la actuación de dirigentes que no tengan cálculos electores. Porque no podía ser normal que hubiera jugadores de divisiones menores que se entrenaran sin haber desayunado. No podía ser normal que hubiera barras organizadas para delinquir. No podía ser normal que no hubiera fair pay financiero y que no se pagara lo justo a los árbitros. 

Lo normal debe ser lo que siempre debió haber sido y se perdió en el camino: que el fútbol haga feliz a la gente.

Lo normal es que el fútbol sea una fuente de alegría. Foto: EL COMERCIO