El guapo de la barra

Lo que otros callan por temor o timidez, aquí se lo dice sin anestesia. Es comentarista de fútbol de EL COMERCIO.

Alejandro Ribadeneira

Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central. Es periodista desde 1994. Colabora con el Grupo El Comercio desde el 2000 y se ha desempeñado en diversos puestos desde entonces. Actualmente ocupa el cargo de Editor Vida Privada.

Mundial: Día 3. Entre la pasión de Colombia, el cromo de Campbell y la clase de Pirlo

Este Mundial está exquisito, digno de gourmet. Parece lejanísimo ese mal ambiente del debut, del fraude del acto inaugural, de la sospecha sobre el juez. Este día hubo sobredosis de clase, de maravillas y de emociones. El fútbol mostró su mejor cara, esa que reluce limpia y humana gracias a los artistas del balón y a la honesta búsqueda de la victoria.

Empezó Colombia, que se deshizo de los griegos con una exhibición que pone a Pekerman como el verdadero candidato a la Presidencia de esa nación. Si él fuera presidente, dirigiría al país como lo hace con la Selección, con esa mezcla de ternura, responsabilidad y abnegación que le da tanta credibilidad como éxito. Los griegos se comportaron como sus antiguos dioses, inservibles, vagos, desconcertados ante el libre albedrió de los colombianos. Aunque lo mejor fue el enorme respaldo en el estadio, que parecía Barranquilla. Qué fiesta, papá.

Luego vino el show de Costa Rica, que avergonzó al campeón de América, que en rigor es solo el campeón de la Conmebol, organismo que ha confiscado la ‘Copa América’, sin aclarar que es la del Sur nomás. Los uruguayos fueron superados cruelmente por los ticos que no se cansaron de triangular, de ganarles las espaldas, de vencerlos por arriba, ¡sí, por arriba!

Es irónico que Campbell les bailara. Este jugador se deprimió antes del Mundial porque compró una caja de cromos y no encontró su foto. Este domingo, podrá verse en todos los diarios del mundo. Es el hombre que destruyó a la Celeste. Es el hombre que convirtió al Grupo de la Muerte en asunto de cuatro y no de tres, como se pensaba a priori. Como en la canción de Los Prisioneros, ¡no les digan pobres a los ticos!

Después fue el turno de Italia, que volvió a imponer su paternidad sobre Inglaterra en un partido digno de guardar en Blu-ray. Se trata de una Italia menos defensiva de lo tradicional pero inteligente, renovada pero que cuenta con los años de Pirlo para la grandeza. Ese amague para el primer gol, en que Pirlo arrastra la marca de tres leones ingleses y deja toda la escena lista para el gol, fue un deleite. Hasta el díscolo de Balotelli se portó bien, aunque me temo que lo festejará con la novia que le hacía barra desde las gradas. ¡Cuídenlo!, ¡llévenlo a dormir temprano! ¿Y Rooney? Bueno, ya se le va el tren. Pobre.

La jornada cerró con Japón levantando un monumento al orden pero con Costa de Marfil levantando otro al heroísmo de Drogba. Es verdad que este duelo muy físico no fue tan especial como los otros partidos del día, pero tampoco fue despreciable. Sirvió para empezar a dormir plácidamente y soñar con un Mundial aún mejor. ¡Ojalá no lo dañen!