Mundial: Día 16. Entre Suárez, sus porquerías y sus defensores
Jornada de pausa previa a los octavos de final en que el mundo del fútbol discutió si la sanción de la FIFA en contra del uruguayo Luis Suárez fue justa o desproporcionada. Yo creo que fue totalmente merecida y que la sanción debería ser de por vida o hasta que un médico afirme que su cabeza está bien. Suárez es un puerco. YouTube está repleto de antologías de sus canalladas. A pesar de su innegable talento, sufre de algún problema (dirán los psicólogos cuál es) que el impide entender la diferencia entre la garra charrúa y la estupidez salvaje. Morder es una estupidez y es indefendible. Merece irse del torneo y verlo desde una casa de reposo, aunque corre el peligro de que muerda al enfermero si sintoniza algún partido.
La sanción en contra de este antropófago, sin embargo, levantó una ardorosa defensa por parte de quienes ven a la FIFA como un ente malvado, una especie de Chevron futbolístico dirigido por la mafia siciliana y controlado por una caterva de conspiradores empeñados en que los buenos pierdan y los malvados de impongan. La FIFA es la versión del imperialismo de ciertos perezosos intelectuales.
Barraza, uno de los más firmes defensores del establishment de la Conmebol, compiló una serie de sucesos que no fueron sancionados por la FIFA de oficio, para concluir que hay hipocresía. Eso es falso. Si hay pecado de la FIFA en este caso es de lentitud, pues Suárez, por sus antecedentes caníbales, no debería estar jugando si no es con permiso de un psiquiatra. Castigar a este Hannibal Lecter es un acierto.