Hay muy buenas razones para salvar a un equipo de fútbol. Pero también hay buenas razones para poner fin a su existencia. Deportivo Quito ha entrado en una lenta agonía que podría merecer la piadosa eutanasia de una vez por todas.
1. Todo ciclo (de libre empresa) se acaba
Nada dura para siempre y eso incluye a los clubes. Hay muchos que ya no existen, que son solo un recuerdo, bonito si quieren, histórico si lo desean, pero recuerdo al fin. Es la ley de la libre empresa. Los más eficientes se mantienen, los menos eficientes se vuelven polvo que se lo lleva el viento. El Crack, el Calvi, el Politécnico, el Everest (que incluso fue campeón), el Filanbanco, el Nueve de Octubre, el América, el viejo Manta y otros o ya no existen o son solo sombras de lo que una vez fueron. Morir (o convertirse en un equipo liliputiense) es parte del juego. Es mejor darle un final digno antes que el penoso espectáculo de la mendicidad, de los salvatajes que solo sirven para que la agonía se extienda.
2. Hay muchos clubes en Quito
La capital (incluso Pichincha) no tiene espacio para más de tres clubes en Primera. No hay dinero ni fanáticos para que todos llenen sus estadios. Es más: pocas veces alguno lo llena. En Ecuador en general y en Quito en particular somos hinchas del éxito y solo vamos al estadio cuando el club ‘de mis amores’ está primero en la tabla o peleando algún premio importante. No ocurre como en Alemania o Inglaterra, que los hinchas van siempre, sin importar el puesto del tablero. Bueno, es verdad que Católica sobrevive a pesar de sus taquillas; pero también hay que ver quién está detrás. Y eso nos lleva a la siguiente razón.
3. No hay dinero
El Quito no tiene dirigentes-hinchas con dinero, o al menos no con dinero para regalarlo por amor al club. Ya no son tiempos de mesianismo. En su loca carrera para ser el número uno, en el Quito de los últimos años se apeló a la deuda, a la hiperinflación y al derroche. Pero, como ocurre con los que usan la tarjeta de crédito para pagar hasta al peluquero, algún rato hay que pagar. Errores tras errores (y vanidades tras vanidades) han llevado a que el club sea un pozo sin fondo. Quizás sea mejor bajar a Segunda y renacer. Este horror de arrastrar penurias, de estresar a los jugadores por los sueldos, de vivir de la incertidumbre, no puede ser eterno. No se puede vivir así. Quizás una auditoría pueda determinar a los culpables de todo esto.
4. Otros lo hacen mejor
El Quito está en medio de los grandes (clubes con títulos, hinchada, poder de marca…) y los pequeños (clubes con formativas muy cuidadas, presupuestos saludablemente medidos y proyectos de largo plazo). El Quito no es ni grande ni pequeño. Nadie quiere entrar con dinero, sino con ideas rebuscadas de cómo extender su no-vida. Lo lamentable es que su proyecto se ha reducido a simplemente sobrevivir. El de los jugadores ya no es ir a la Tricolor o ser campeones sino llevar pan y leche a casa, pagar el arriendo, evitar el desahucio, huir del prestamista. Quizás el Quito es la víctima más visible de este sobrevalorado fútbol ecuatoriano, que no genera tanto dinero como se pregona. Pero eso no quita que, por eso mismo, la AKD deba ser sacrificada para dar una lección al resto. Tampoco es justo para aquellos que son pujantes y avanzan que se ayude a los que lo hacen mal. La muerte del Quito será dolorosa pero también será aleccionadora.