Todavía parece irreal, casi vaporoso, que los dos clubes más importantes de Guayaquil se hayan quedado fuera de la discusión del título tan temprano. Desde el 2009, siempre hubo uno en pelea por la corona, sea Barcelona o Emelec.
Este año, todo ha sido nefasto para ambos y, aunque son crisis distintas, el resultado ha sido el mismo: frustración y vacaciones anticipadas, con un sentimiento de melancolía combinado con rabia.
En Emelec, más allá de si la legendaria influencia de RC, “el mejor 9 del equipo”, es lo que realmente ha faltado, este año se caracterizó por la ausencia de estrellas de renombre (¿tacañería de los dirigentes’), el fracaso de las contrataciones (el Chiqui, los extranjeros), el ocaso de algunos valores y el naufragio del DT Mariano Soso, despedido en abril y reemplazado por Ismael Rescalvo luego de un episodio tan escandaloso que ha dado la razón a los que creen en el karma.
El Ballet jugó mal todo casi todo el año y su plantilla, incluso desde el lado físico, jamás lució más potente que la de los rivales. En los playoffs, es verdad que Emelec luchó por clasificarse y Macará no fue mejor; pero falló en momentos claves y se quedó en el camino, culpando al árbitro y buscando en alguna novela de Ken Follet la conspiración (“hay una agenda”, se dijo) que explique este fracaso.
A pesar de la decepción de que no habrá Libertadores ni corona, Rescalvo curiosamente sale fortalecido tras la eliminación ante Macará y con la sensación de que, si tiene los jugadores que pide, podrá dirigir con éxito a los azules en el 2020. Financieramente, al menos, luce viable el recambio.
En BSC, el último año de José Francisco Cevallos como presidente del Ídolo ha sido doloroso, desde la eliminación en mesa de la Copa, verdadero monumento a la negligencia, hasta el improductivo regreso de Jonathan Álvez, con constantes y vergonzosos episodios en los que el club estuvo al borde del descenso por las deudas.
Cevallos, con cada paso, perdió colaboradores y llegó a fin de año convertido en un solitario dirigente. Lo increíble, casi rayando en el surrealismo, es que BSC, pese a que el entrenador Leonardo Ramos tenía más yerros que aciertos y se fue antes de los playoffs por su fiasco en la Copa Ecuador, pese a que el defensa Xavier Arreaga fue transferido en mayo y la defensa no fue la misma, pese a que la indisciplina fue la comidilla por sus ribetes policiales, pese a que los jugadores no cobraban a tiempo, pese a que se iba el agua de los entrenamientos, ¡acabó en segundo lugar de la primera etapa! Lástima que la dosis milagrosa no alcanzó para los playoffs.
Carlos Alejandro Alfaro Moreno asume este mes la conducción del club, pero se verá si logra concretar esa enorme misión de armar para el 2020 una escuadra que pelee por el título nacional, que no pase vergüenzas en la Copa Ecuador ni mucho menos en la Libertadores y que, al mismo tiempo, tampoco cueste tanto como para incrementar el déficit. Por lo pronto, Alfaro cuenta con apoyo para empezar con fuerza su proyecto, aunque lo importante en el fútbol no es cómo se inicia sino cómo se acaba.
Hinchas del Barcelona en el estadio Monumental la noche del 27 de noviembre del 2019 en Guayaquil. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO