Hemos caminado tres años en una tarea, que es complicada, difícil y que necesita de mucha perseverancia. Sí, de persistencia, para enseñar a los ecuatorianos a que aprendan a prevenir los desastres naturales.
Este 31 de enero seremos parte del tercer simulacro de evacuación de terremotos y tsunamis en el perfil costanero. El año pasado fueron 100 000 personas de Esmeraldas y Manabí que se involucraron con esta responsabilidad de saber cómo actuar en caso de un terremoto. Para esta ocasión, el Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencias espera que se movilicen unas 150 000 personas de las cinco provincias.
Si bien este ejercicio es una parte de muchas cosas que debemos aprender y hacer, representa un buen avance del programa de prevención que se trazó, a raíz del terremoto de Pedernales, del 16 de abril del 2016.
Por ejemplo, luego de tres años se han conformado comités de riesgos en varias provincias, donde los vecinos se organizan y se preocupan por estar entrenados para cualquier emergencia. Esos comités no solo están en las provincias costeras, sino también en las demás, sobre todo donde hay problemas con las inundaciones durante la época invernal.
Ese tipo de organización, que no existía, es el resultado de esta nueva estructura de gestión de riesgos, que se consolida poco a poco y, se podría decir que toma forma.
Todavía hay que vencer los miedos y el olvido de la gente de que vivimos en un país vulnerable a desastres: terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, deslizamientos, entre las principales amenazas.
Quizá, la gente no se involucra o no participa en los ejercicios, porque teme recordar la desgracia por la que pasó, o porque es doloroso revivir esas experiencias. Eso pasa aún con muchos habitantes de Manabí.
Precisamente, para no experimentar las catástrofes es imperativo sumarse a esta campaña, porque finalmente nos salvará la vida; de eso se trata el simulacro del 31 de enero.