El aeropuerto que no le hace honor a Manta
No se entiende cómo una ciudad como Manta, tan próspera y dinámica, puede tener un aeropuerto que no presta las facilidades y comodidades mínimas para los usuarios.
Tampoco se entiende que hayan pasado tres años desde el terremoto del 2016 y no haya sido reconstruido totalmente.
Dos semanas después del sismo se colocaron carpas para que volviera a funcionar, y así permaneció hasta septiembre del 2017. Desde ese mes hasta la actualidad, el Eloy Alfaro opera en un hangar provisional, que a su ingreso tiene menos de una decena de sillas para la espera de los pasajeros, antes de ir a la sala de arribo. No cuenta con nada más: ni agua, café, ni otros servicios.
En la zona donde se construye el nuevo aeropuerto se ven máquinas que mueven la tierra, obreros, una torre de control en plena ejecución y mucha polvareda. Hasta ayer, el avance de las obras era del 30%, según la cuenta de Twitter del Ministerio de Transporte y Obras Públicas.
En tres años, los mantenses apenas han conseguido eso, pese a la fuerte economía del puerto manabita, que se sustenta en la pesca industrial, los negocios de todo tipo, eventos turísticos y deportivos. Las inversiones en nueva infraestructura hotelera, vivienda y naviera -por mencionar algunas áreas- llegaron pese a la tragedia.
Los ecuatorianos también contribuimos con nuestros sueldos e impuestos para financiar la Ley de Solidaridad y así levantar a Manabí y Esmeraldas, pero el aeropuerto de Manta es una evidencia de que ese dinero no llegó. Por cierto, no es lo único que quedó pendiente de la reconstrucción.
Pese a ese alto potencial de desarrollo, las autoridades que han estado a cargo de la restauración de las zonas destruidas por el terremoto no lo tomaron en cuenta.
Tanta es la limitación que a los empresarios mantenses les da vergüenza llevar a sus socios a la ciudad por esa terminal provisional, que deja mal parado al puerto manabita y que no sintoniza con el progreso de Manta.