Si se cerrara la brecha de género y las mujeres pudieran participar equitativamente en la economía, se añadirían USD 28 trillones al PIB mundial en el 2025, lo que equivale a la suma de las economías de Estados Unidos y China.
La cifra, que corresponde al famoso estudio del Mckinsey Global Institute (2015), no es una mera proyección.
Cuando las mujeres tienen poder financiero, el impacto económico puede ser transformador. Y hay datos que soportan esta idea que es defendida por la Financial Alliance for Women.
En las pequeñas y medianas empresas, las mujeres son las líderes. Según datos del 2017 de esa organización sin fines de lucro, el 50% de las pequeñas y medianas empresas (pymes) es de propiedad o gerenciado por mujeres, y estas tienden a generar 20% más de ingresos que aquellas que son llevadas por hombres.
El efecto puede ser mayor en la economía si ese liderazgo se replica en las grandes empresas. Sin embargo, el reciente estudio de Deloitte, denominado Mujeres Ejecutivas 2020, evidencia que apenas 10% de mujeres ocupa la posición de presidente en las compañías ecuatorianas, solo un punto porcentual más frente al año previo. En ese informe participan 96 empresas.
Además, las mujeres perciben 18% menos de salario que los hombres porque, entre otros factores, aún existe la concepción cultural de que los hombres deben ganar más que las mujeres y debido a que no se valora de igual forma el trabajo que ellas ejecutan.
Cerrar las brechas exige varios compromisos de varios actores. El Estado puede aportar con leyes y normas que permitan mayor flexibilidad laboral para que las mujeres no tengan que sacrificar su crecimiento personal por un equilibrio con la vida familiar, las compañías deben generar e implementar políticas empresariales que permitan caminar hacia la igualdad de género y la sociedad debe empezar a entender que el rol de la mujer se ha transformado.