Economía de a pie

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El enemigo de la dolarización

Uno de los mayores enemigos de la dolarización es un incontrolable gasto estatal. Hay un caso real que sostiene esta premisa: Zimbabue.

Ese país africano estuvo por muchos años bajo la mano dura de Robert Mugabe. Como consecuencia de los malos manejos fiscales de ese Gobierno, el país sufrió en el 2008 el peor episodio de hiperinflación registrado en la historia. Los precios se duplicaban cada día. Se llegaron a imprimir billetes de 100 billones de dólares zimbabuenses, que alcanzaban para comprar pan (su valor real era de USD 0,40). Entonces, los zimbabuenses simplemente se negaron a utilizar la moneda nacional.

En el 2009, el país, bajo un Gobierno de unidad, adoptó oficialmente la dolarización. La economía se recuperó y la confianza internacional comenzó a restablecerse.

Pero el cambio duró poco. El partido de Mugabe recuperó el control en el 2013 y el gasto público y la deuda comenzaron a dispararse otra vez. Para financiar sus déficits, el Gobierno creó un “nuevo dólar Zim”, una especie de bonos y monedas electrónicas sin respaldo. Esos papeles inundaron el mercado y servían para pagar a funcionarios públicos y proveedores, pero valían mucho menos que el dólar estadounidense.

Para preservar sus ahorros la gente comenzó a esconder la divisa americana. El Gobierno inició un control de flujo de capitales que terminó por “matar al sistema”.

A ese país, acostumbrado como estaba al gasto público sin control, le resultó difícil manejar nuevamente una moneda propia. Es lo que en política pública se llama “dependencia al sendero”, la cual hace referencia a la poderosa influencia del pasado en las decisiones presentes o futuras. Ecuador, al igual que Zimbabue, ha demostrado que no ha podido hacer un buen uso de una moneda local. Fue un aprendizaje doloroso.

La dolarización se impulsa con un sector productivo robusto, con exportaciones crecientes, reservas internacionales sólidas, no con mayor gasto. Aprendamos de la historia.