¿China o Estados Unidos?
Aunque la respuesta a la pregunta parece sencilla: ni solo Estados Unidos ni solo China, la puesta en práctica resulta un desafío.
En los 10 años del correísmo lo ideológico pesó sobre lo técnico y diplomático y se le dio la espalda al principal socio comercial del país. Un ejemplo de esto fue la decisión del anterior Gobierno de renunciar unilateralmente en el 2013 a los beneficios arancelarios que recibían los exportadores bajo el sistema estadounidense ATPDEA.
Esta decisión política afectó al sector privado, pues ha costado USD 228 millones en tributos arancelarios entre 2014 y 2019, según un estudio de la Federación Ecuatoriana de Exportadores, la Cámara de Comercio Ecuatoriano-Americana y la Cámara de Comercio de Quito.
Recién este Gobierno trató de restablecer los lazos, se logró incorporar a las rosas en el sistema de preferencias, se firmó un acuerdo comercial de primera fase e incluso abrió la puerta a financiamiento de la Corporación de Desarrollo de Estados Unidos (DFC), que está dispuesta a entregar USD
3 500 millones, con tasas bajas (2,4%) y ocho años plazo de vencimiento.
Pero la condición es que los recursos se destinen a la recompra de deuda cara, es decir, de China, y a promover la monetización de activos estatales.
China fue un prestamista clave de Ecuador desde 2008. Los dineros fueron de libre disponibilidad, pero estaban atados a obras a cargo de firmas chinas o a la venta de crudo, y, pese a eso, las tasas fueron del 6 y 7%. Y, los contratos se caracterizaron por el oscurantismo.
China bajó el financiamiento para Ecuador los dos últimos años, pero eso no quiere decir que su influencia esté mermada. En lo comercial, por ejemplo, el país es el principal destino de los envíos camaroneros de Ecuador.
Por todo esto, es fundamental que Ecuador mire las debilidades que puede haber con cada país y los intereses en los que puede haber coincidencias, más en un contexto de crisis fiscal y sanitaria.