Violencia escolar en Ecuador
Quito, 2020. La denuncia de madres de familia rompió el cerco del colegio fiscal, después de que la profesora fuera reintegrada. Las madres dan cuenta de niños violentados, maniatados, amordazados en el aula. ¿Reintegrada? Sí.
La presunción de inocencia es una garantía. Mas, la Constitución puntualiza que frente a los niños y adolescentes “se atenderá al principio de su interés superior y sus derechos prevalecerán sobre los de las demás personas”. ¿Interés superior?
Guayaquil, 2020. Alexis, 16 años, sufrió una lesión cerebral afuera del aula por el llamado ‘reto rompecráneos’. ¿Reto? Violencia. Saltó frente a la cámara de un celular, sin saber que dos acosadores parados a su lado lo patearían por detrás y le provocarían una severa caída de espalda.
¿Acoso escolar? Sí, ese círculo donde se somete y se causa dolor a un estudiante. ¿Que “en mi tiempo era peor y no nos pasaba nada”? Señores, ese comentario recurrente en redes sociales es infame. En Quito, niños de 9 y 10 años debieron volver a usar pañal por lo ocurrido en al aula del colegio tradicional.
Un dato: El hostigamiento cibernético es la primera forma de violencia escolar en el país, revela el estudio ‘Una mirada en profundidad al acoso escolar en el Ecuador’, de Unicef y World Vision (seis de cada 10 estudiantes). ¿Existía ciberacoso en su tiempo? Imaginen que una fotografía, en el peor escenario posible para su conciencia, se filtra entre pares y extraños por WhatsApp. ¿Cómo sentirse? ¿Cómo hacerlo con 9, 13 o 16 años?
Otro dato: La tasa de suicidios aumentó de 6 a 10 (por cada 100 000 habitantes) entre 2014 y 2018 en adolescentes de 12 a 17 años en Ecuador. ¿Quién cuida a los chicos? Casi dos de cada 10 casos de bullying con “golpes” en colegios particulares se produjo frente a un profesor.
“Existe una naturalización frente a expresiones de violencia escolar entre pares, en la medida que también están presentes en las relaciones con otros miembros de la sociedad y la comunidad educativa, como profesores, padres”, reza en el estudio. Y no; no es para reírse.