La buena noticia es que, luego de un oscuro período sin dar la cara, el Estado ecuatoriano ha acudido a las audiencias del 169 período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en EE.UU. La mala es que eso aún no trae justicia y reparación.
Elizabeth Rodríguez vive revictimizada. Cuando su hija desapareció, el 7 de julio del 2012 en Quito, policías y fiscales la maltrataron: “Ha de estar embarazada”, “ha tenido novios mayores”. Con el afiche de su hija Juliana Campoverde en las manos, reclamó ante la CIDH que el Estado es responsable, no de la desaparición, sino de no investigar con rigor.
Pasaron 12 fiscales hasta que recién este verano se prestó atención a la hipótesis de Elizabeth. Un peritaje al celular de la joven de 18 años determinó que, luego de desaparecer, su chip fue usado por un pastor evangélico para escribir a la familia; ese hombre quiso obligarla a casarse y le buscaba por Facebook. Seis años para dar luz a la primera pista.
Sí. El escaso sentido de urgencia del Estado es tal que su prelación de acción es la inacción. ¿La inacción? Sí. En una desaparición prima la idea de ausencia voluntaria; en tanto pasan horas cruciales, pasan días. Pasan meses, al descartar secuestro. Meses, años, trata… Eso explica el subregistro estadístico. La desidia echa al olvido a los desaparecidos; obedece a que la desaparición en Ecuador ni siquiera está tipificada.
Y hasta que se configure algo que cuadre en el Código Penal, ¿cuánto debe pasar? Cuatro años para que un Ministro hablara de ‘asesinato’ en el caso David Romo (desaparecido desde el 16 de mayo del 2013 en Quito), sin pruebas, es una vergüenza. No es aceptable que ni siquiera existan unidades investigadoras de desaparecidos en todo el país -no de nombre- con agentes expertos en esta materia, con enfoque de género, listos para dar soporte a las familias y que no culpen a los desaparecidos.
Esmeralda Arosemena de Troitiño, vicepresidenta de la CIDH, es clara: “Solidaridad a las madres que hoy se han presentado para testimoniar su angustia, su impotencia y su demanda; una demanda de justicia, una demanda de búsqueda, como compromiso del Estado ecuatoriano”. Un compromiso que trascienda a decir ‘presente’.