¡Coronas!
El ovillo rodó en Guayaquil con una alcaldesa que, de forma inédita, puso en entredicho las reglas que vetan a las mujeres por maternidad o estado civil en medio del pecado de ser ‘reina de la ciudad’. Y se deshilvanó en Latacunga y Quito con un alcalde que suspendió y otro que eliminó la elección de ‘soberana de la ciudad’.
Cuenca sorprendió con la precisión del requisito ‘nacida mujer’ para aspirantes a ‘reina’. El debate toca un patrón que es como piel de un ‘reinado’: la discriminación.
¿Que por qué quieren tocar las ‘coronas’ si desde niños la vida se nos va entre ‘reinas’, en la escuela, el barrio, el trabajo... la ciudad? ¿Que por qué no respetan la tradición? Sectores cuestionan que se elimine una costumbre de forma unilateral. La Fundación Reina de Quito, por ejemplo, pide diálogo: hay que revisar qué pasará con el Centro Terapéutico Aprendiendo a Vivir, para niños y jóvenes con síndrome de Down, que no depende del Municipio. ¿Que los ‘reinados’ pueden provocar ‘orgullo’ en un lugar, activar economía, fundamentar beneficencia?
Sí. Pero es ineludible reconocer también que las ‘coronas’ son la representación de una sociedad machista, un test que distorsiona a la mujer.
¿Tradición? Que las mujeres queden en casa al ‘cuidado’ de hijos era tradición. Tradición: eso que ‘se repite’ sin reflexionar sobre su origen hasta que se rompe por evolución de una sociedad que cobra conciencia de derechos. ¿Cabe la ‘tradición’ de un certamen creado con la cosmovisión de 1924 en Cuenca, de 1946 en Quito? Los ‘reinados’ reproducen roles anacrónicos y patriarcales, cosifican a un ser humano, lo escrutan de pies a cabeza.
Sí, se aplauden los mensajes de reivindicación de derechos desde la autoridad pública. Lo que se espera es coherencia, que trasciendan al ruido. Quito afronta serios problemas sociales, de espacio público, de desempleo, de pobreza, de movilidad, de convivencia, donde la discriminación por género, gravidez, nacionalidad o edad es cotidiana. Pero deshilvanar ese ovillo no parece popular.