Un tsunami llamado Odebrecht
Los vientos huracanados que soplaron en la semana que termina al norte de América causaron estragos. En las aguas espesas de la política continental el tsunami volvió a anegar los predios de una parte importante de la Familia Fujimori. Si hace algunos días el Congreso peruano sorprendió con la suspensión del indulto que concedió el expresidente PPK a Alberto Fujimori, la noticia de su retorno a prisión lo mostró en toda su vulnerabilidad. Su decrepitud, conmueve.
El expresidente peruano ganó las elecciones al liberal Mario Vargas Llosa. Con un golpe de Estado se quedó en el poder, combatió a la guerrilla terrorista de Sendero Luminoso y con la gris partitura de Montesinos acabó gestando un sistema corrupto que lo hundió. Los crímenes de lesa humanidad le valieron una larga condena luego de una fuga que le llevó a Japón y a Chile. Su hija se convirtió en figura política, parlamentaria y dos veces candidata presidencial, estuvo a punto de llegar al palacio de Pizarro. El mismo tsunami que precipitó a PPK de la presidencia ataca ahora contra Keiko, detenida por el presunto uso de recursos de Odebrecht en la campaña.
La mano “generosa” de la gigante constructora del poderoso Brasil construyó un sistema perverso que corrompió a políticos de distintos países. Odebrecht derrumbó a la presidenta Dilma y tiene en la cárcel al histórico líder del Partido de los Trabajadores, Lula, que vio por tv la derrota de su coideario Fernando Haddad, en primera vuelta a manos de un extremo derechista. Si Bolsonaro ratifica su triunfo se lo debe en parte a la corrupción inoculada por Odebrecht, que acabó con la era dominada por la izquierda del PT.
En Argentina, alguno de los casos de corrupción que embarran al gobierno de los Kirchner también tendría la mancha de los dineros sucios de Odebrecht.
En Ecuador el tsunami apenas se deja sentir. Hay sentenciados por asociación ilícita. Aún no se abren causas por delitos conexos. ¿El tsunami llegará con fuerza?