Terrible ola de violencia en Colombia y el efecto ‘contagio’
Largos, duros, tristes días vive Colombia. La ola de protestas desatada no remite, ni siquiera después de que el Presidente diera marcha atrás en su proyecto de reforma tributaria. ¿Un explosivo en pandemia?
Bogotá, Cali, Medellín; carreteras, poblados y veredas, vieron la agitación social como estallido, la destrucción como arma de protesta popular, y el caos como extrema provocación antes de una represión contundente, como si de un estado de guerra se tratase.
¿Algo nunca visto? No, de ninguna manera. Allí anidan las terribles imágenes del Bogotazo. Allí están agazapadas las guerras políticas entre conservadores y liberales, la muerte que corrió entre facciones de un mismo partido, las diferencias entre el campo y la ciudad y una guerra de mil días y mil y una noches sangrientas. Y la época llamada La Violencia, y el surgimiento de las guerrillas, los nexos con la lucha armada en varios países de la América mestiza, y la matanza entre guerrillas y militares, los secuestros, los ‘ajusticiamientos’ las masacres en campos y pequeñas poblaciones y el reclutamiento a la fuerza de niños campesinos y la esclavitud de niñas adiestradas para matar en el combate y servir a los comandantes.
Y luego, la respuesta del poder con unas Fuerzas Armadas profesionales, sin reclutas, adiestradas para esa guerra civil contra la guerrilla con una respuesta fuerte, tan despiadada como es la hostilidad de los grupos insurgentes.
Y más allá, los paramilitares para cuidar propiedades y a los hacendados, con preparación estratégica, armas y adiestramiento en combate y anti insurgencia, con millonarios recursos y crueldad ilimitada. Y luego el juego sucio del tráfico de armas, esmeraldas, contrabando. Guerrillas y paramilitares también se pusieron al servicio del crimen organizado y en contacto siniestro con los carteles de la droga como fuerza de choque o despeje de rutas en los trayectos de sucios negocios que generan millones.
Como consecuencia de los acuerdos de paz con las FARC, a la guerrilla más poderosa, el poder político le regaló curules en el Congreso, pero los disidentes siguieron matando y traficando. Y a la guerra contra las guerrillas supuestamente, el enemigo más temible, sigue con asesinatos de activistas de derechos humanos y dirigentes sociales.
La historia de Colombia está jalonada con un largo reguero de sangre y de muerte. La economía de Colombia muestra una enorme brecha social y cifras de pobreza escalofriantes. La justicia social no ha llegado a todos en pleno siglo XXI ni con la inmensa riqueza agrícola y productiva ni con la entrega industriosa y esforzada de su gente.
La tierra de la cumbia, el vallenato y donde mejor se baila salsa con ritmo y sabor, hoy está ensangrentada. Llora.
¡Alerta, alerta que camina, la multinacional del crimen y el autoritarismo por América Latina! Diosdado Cabello amenaza con llevar la guerra a Colombia. La agitación de los trolls y las prédicas de Sao Paulo y Puebla acechan. Santiago de Chile y Quito fueron los laboratorios de una nueva forma de lucha por conquistar el poder a la fuerza. El caos.