De una punta a la otra, de la patria de Simón Bolívar a la tierra de José de San Martín. Dos países prósperos, que en su tiempo nadaron en la abundancia, se debaten en crisis tan profundas como de difícil solución.
La Argentina fue potencia mundial agrícola y ganadera, en los primeros sitiales del planeta hacia principios del siglo XX; sus alimentos se vendían en todo el mundo y fue polo de atracción de corrientes migratorias de Europa que poblaron las pampas. Llegaron también miles de personas de Paraguay, Perú y Bolivia.
Venezuela se montó en el potro de las gigantes y millonarias reservas de oro negro. Llegaron considerables flujos migratorios de España, Italia, Portugal y de Ecuador, naturalmente. Venezuela producía poco, pero los petrodólares lo compraban todo. Desde alimentos hasta fino whisky escocés, carne argentina y automóviles de Europa y EE.UU., colecciones de modistos franceses, caros perfumes y jamón de bellota.
Al sur llegó Perón e interpretó el sentir de las masas de provincianos ansiosos de incorporarse a la industria y ganar salarios que den sustentación. Se enarboló con sagacidad, realizó transformaciones e indispensables inclusiones de los desprotegidos a los servicios de salud y educación.
Mientras el bipartidismo venezolano se repartía el poder y en la abundancia nada se notaba, crecía una masa de pobres que con el estallido del ‘Caracazo’ hicieron surgir la figura de Hugo Chávez. Y ese Socialismo del Siglo XXI, que enarboló como discurso, fracasó. Hoy Maduro hunde a Venezuela en hiperinflación, hambre y opresión.
El peronismo mutó de su modo original al neoliberalismo de Menem y el modus operandi de la banda kirchnerista. Luego vino el péndulo que tiene a Macri con el agua al cuello. El empresario no pudo parar la inflación y la moneda se despeña frente al dólar, mientras, los jueces, actúan tímidos o calculadores para perseguir judicialmente a los autores de la década robada.