Todo parece mentira: El Chile de economía modélica se encendía. El eterno Evo ahora es refugiado en Argentina. Trump está en la picota, Reino Unido pagará sus propias culpas con el Brexit. En Uruguay vuelve la derecha y en Argentina, el peronismo, tras el fracaso neoliberal cobijando a la estructura corrupta.
Y aún hay más, como decía el conocido animador de Televisa, Raúl Velasco. Venezuela marcha hacia el infierno en su propio terreno y expande sus horrores en millones de emigrantes por el continente.
Perú, tras el suicidio del talentoso Alan García, parece que se cura con la propia medicina de la democracia y aunque con varios ex presidentes investigados e imputados por la fiebre del oro de Odebrecht, busca sus propias salidas. ¡Que lo logre!
En Colombia gana la calle una parte de la sociedad que no se siente escuchada. El poder logró un acuerdo de paz sin todos los consensos requeridos y la disidencia de la narco guerrilla vuelve a hacer de las suyas.
Allá, como aquí, los jóvenes se sienten ansiosos. Tienen títulos universitarios, competencia académica, hablan idiomas y se interconectan a una velocidad asombrosa con las redes. Miran a su alrededor y ese mundo que anhelan no llega. Es virtual.
La economía determina y el desempleo lastima de una forma distinta.
Desde la primavera Árabe las nuevas formas de protestas, que no fueron al modo de antaño, nuevas formas de lucha, si que deterioraron al poder constituido. En Egipto se llevaron al diablo a los herederos de Nasser y resucitaron a los Hermanos Musulmanes y fue un político de esa línea quien sucumbió ante el fracaso y la impotencia. Volvieron las charreteras.
Hoy Francia se llena de chalecos amarillos. En España el socialismo no atina dibujar un modelo de poder en el que está metido hasta las narices con la estructura zurdo populista de Juntos Podemos y ve que las nuevas formas de la derecha más radical resurgen ante la crisis económica y el renacer de los afanes autonomistas. 2020 será incierto. ¿Podrá ser peor?