Adaptando la potente expresividad de la palabra del realismo mágico de García Márquez, la historia de Pedro Sánchez, el Presidente del Gobierno español y su doble moral, no es increíble aunque su alianza sea desalmada.
El gobernante, a nombre del Partido Socialista Obrero Español, igual que sus antecesores, juró defender y proteger la Constitución y las bases de la monarquía parlamentaria que permitieron a España, primero salir ordenadamente del franquismo, y luego insertarse en el nuevo momento sin mayores traumas y acuerdos políticos ejemplares como el Pacto de la Moncloa tantas veces invocado.
Hoy Sánchez juega a la doble moral y en el rol de la abuela desalmada tiene infiltrados en su propio gobierno a los populistas radicales de Unidos Podemos, una amalgama de la vieja izquierda y los nuevoleros aliados del chavismo y otros ismos, a los que dieron ‘asesorías’ millonarias y nefastas.
El vicepresidente Pablo Iglesias no cree en el modelo que le permitió llegar casi a la cumbre del poder e instalar ministros. Sería fácil, si de ética política se tratase: bastaría con renunciar y promover un cambio a la Constitución española. Esa Constitución construyó un sistema de autonomías votadas por el pueblo en las urnas, que si bien no está escrito en piedra, mientras exista debe respetarse. Allí se duerme con el enemigo.
En ese modelo los otros aliados de Sánchez e Iglesias tampoco creen. Está el radicalismo catalán, que quiere la independencia de España, puesto que no se sienten españoles. Y están los disfrazados políticos de la izquierda abertzale, que aupó al terrorismo de ETA. Una banda criminal que asesinó a tiros y bombas y secuestró inocentes y que juega en el mismo tablero de la doble moral, participando en las Cortes con una bancada, allá donde el sistema que está establecido es de monarquía constitucional. Un gran negocio, jugar a la democracia cuando en el fondo se la quiere reventar. ¿Pedro Sánchez no sabe que los caníbales están sentados a la mesa? Pronto se lo comerán.