El 28 de abril los españoles van a las urnas. La gobernanza ha sido esquiva en los últimos años a los partidos de distinto signo político que han ganado las elecciones.
Mariano Rajoy se vio obligado a gobernar con presupuestos extendidos –sin aprobación– y sin poder formar gobierno, por lo que convocó a elecciones parlamentarias de modo seguido. Tras su dimisión por la presión de su oposición, Pedro Sánchez asumió, pero sin estabilidad. Sánchez y Rajoy son del PSOE y el PP respectivamente.
La crisis de España estuvo y está atravesada por el separatismo de Cataluña. El debate sobre la prevalencia de la Constitución sigue pese a la insistencia de fuerzas autonómicas cuyos líderes afrontaron la prisión o el exilio (Carles Puigdemont).
El bipartidismo (PSOE – PP), casi prevalente tras los pactos de la Moncloa no ha cambiado, a pesar de las nuevas fuerzas. Kiko Llaneras ensaya en Diario El País Digital un análisis y presenta datos como estos: PSOE, 28.6%; PP, 20.2%; Ciudadanos, 15.8%. Unidas Podemos, 13,5% y Vox, 11%. Luego estaría Compromís con un magro 2%.
La clave de estos porcentajes es su conversión a escaños. El número mágico para gobernar es de 176 diputados. Ninguna de las fuerzas tiene mayoría. El PSOE convocaría a Unidos Podemos (la izquierda radical) pero tampoco le alcanza.
El PP debiera sumar a Ciudadanos, de una vertiente moderada y renovada del centro derecha – reacia a formar Gobierno con el PSOE-. La derecha tiene la irrupción de Vox, un ala radical de rasgos anacrónicos que sube como espuma. Pero Vox, se ha roto en expresiones críticas con sus aliados naturales para captar a sus votantes decepcionados y acaso no sería proclive a dar la gobernabilidad.
Quien intente ser gobierno parece constreñido a volver los ojos a los nacionalismos, partidos bisagras funcionales al PSE y al PP. Claro, pero en condiciones políticas muy distintas. En el caso catalán, la fuerza que creció es de izquierda y separatista. Gran dilema.