Los políticos persiguen sueños toda su vida. A veces no se sabe la oculta razón que los mueve, una compulsión obsesiva o auténtica vocación.
Con grandes retos asume en México Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Con la coalición Morena, ubicado más a la izquierda que el PRI y el PRD.
Superando los 70 años del PRI en el poder que construyó una ‘democracia a modo’ y los dos sexenios del derechista PAN, que terminó partido en dos, llega un político que apela a viejos discursos de la izquierda y al que se tiene por anti establecimiento.
Sacar a millones de mexicanos de la pobreza y el desempleo es un desafío mayor.
Luchar contra las lacras de la corrupción sistémica, la violencia como modus vivendi -solo la campaña dejó 49 candidatos asesinados y 120 funcionarios muertos- y el azote del narcotráfico transnacional con profundos tentáculos en ese México ‘lindo y querido’ suponen retos gigantes.
Se discutió mucho en días anteriores sobre la custodia que debe tener el Presidente, y los hechos muestran que es importante aunque su modo de ser lo desdeñe.
Otro frente es el asunto del Tratado de Libre Comercio Norteamericano, ahora que el vecino inevitable e incómodo lo desprecia y se habrá de labrar una relación respetuosa y soberana con la gran potencia.
Un primer pulso tuvo AMLO antes de asumir el mandato. Se negó a continuar el proyecto de construcción del nuevo aeropuerto, donde se han invertido millones de dólares y se jugó con la ficción de un referendo que no fue sino un simulacro. Las grandes corporaciones, que en México sí son grandes, con las que ya se midió en campaña, se ponen alerta.
Otro tema que le tiene inquieto es el Tren Maya para avivar la zona de Cancún, Palenque y otras poblaciones preteridas, pero varios grupos verdes se oponen a esos 500 kilómetros y USD 8 mil millones de inversión. Y para que no falte una guinda al pastel, el petróleo, tema de economía y soberanía, es un telón de fondo tan delicado como complejo.