El ex presidente de Brasil, que purga en Curitiba una condena de 12 años de cárcel por delitos de corrupción, recibe un nuevo fallo que le impide – de momento – ser candidato presidencial.
El viernes el Tribunal Superior de Justicia –por seis votos a favor y uno en contra – vetó la inscripción de Luis Inácio Lula da Silva como candidato.
Lula, que había participado y ganado dos elecciones anteriores, no empezará su campaña, que de todos modos se hubiese considerado atípica porque guarda prisión.
Lo curioso es que pese a que todo el mundo le sabe preso, el ex presidente mantiene alta su popularidad. Es más, Datafolha, una firma encuestadora lo pone todavía a la cabeza de las encuestas presidenciales con 39%.
Si el Tribunal hubiese dado vía libre a su inscripción, el político podría haber llevado adelante su campaña desde cautiverio. La televisión hubiese suplido la presencia en mítines, discursos y tarimas. Algo insólito.
Los partidarios de Lula no pierden la esperanza de seguir apelando la decisión y lo harán hasta agotar todos los recursos legales. Hasta llegar al Tribunal Supremo de Justicia.
La decisión del Tribunal Superior desestimó un pedido del Comité para los Derechos Humanos de la ONU, que pidió que se permita al expresidente participar.
Mientras tanto el Partido de los Trabajadores (PT) afrontará su campaña con una circunstancia sui géneris. Un ex presidente, de alta popularidad preso y una ex presidenta, Dilma Rousseff, defenestrada del poder.
Es probable que el PT designe candidato a Fernando Haddad, quien pudiera hacer fórmula con Manuela D’Avila, dirigente del Partido Comunista, para completar el binomio.
Quien sigue a Lula en las encuestas es Jair Bolsorano, candidato de extrema derecha. Tercia también Marina Silva, fue militante del PT, ministra de Ambiente y optó por una candidatura por el Partido Verde.
Brasil va a las urnas en la primera semana de octubre, mientras el presidente Michel Temer es señalado por corrupción.