La protesta violenta da vuelta al mundo
La semana ilustra la faz más sañuda del comportamiento humano. Lo mismo Beirut, las ciudades catalanas y hasta Santiago de Chile, nos traen imágenes que los ecuatorianos no quisiéramos que se repitan en ningún lugar.
En Santiago de Chile todo empezó por un ajuste de la tarifa del metro. Un sistema de movilidad de gran demanda que trae un ahorro colosal en los desplazamientos por los valles y barrios santiaguinos.
Las protestas empezaron con fuerza por parte de los estudiantes. Siguieron con la toma de las estaciones y vagones sin pagar el pasaje. Luego, el vandalismo. Cierre del sistema, violencia en las calles, fuego, barricadas, y hasta un incendio de proporciones en la empresa eléctrica. Estado de emergencia que da atribuciones de uso de armas letales a las FF.AA. El Frente Amplio alude a la inflación, los sueldos y otras razones.
En Barcelona y otras ciudades de Cataluña cundieron protestas violentas.
Una sentencia contra varios líderes independentistas desató enfrentamientos con las fuerzas del orden y caos inusitado. Son una minoría, dicen, pero con una saña que alcanza para destruir. La mayoría de catalanes no quiere dejar el Estado español (48%, 44 lo apoya según el CIS); miles de habitantes de Cataluña vienen de distintas comunidades y gozan de buena calidad de vida. Los argumentos del rescate de la identidad cultural son entendibles. Otros buscan por la fuerza un separatismo. Palos y no razones.
Allá en Beirut, el París de Oriente Próximo, la hoguera arde, protestas alentadas por la crisis económica y la corrupción.
Hace pocas semanas Hong Kong era escenario de fuertes manifestaciones contra el poder de China. Es México burda expresión del poder del crimen organizado que somete al Estado y deja indefensa a la sociedad. Por miedo dejan libre al hijo del Chapo.
Y aquí, perplejos por nuestra propia tragedia con una mafia que quiso borrar la huella de su impudicia ocultándose en la protesta popular. Mal andamos por todas partes.