Por unas elecciones limpias y libres en Bolivia
El estallido social y la fragmentación de la sociedad boliviana han tenido puntos críticos en las últimas semanas. Tras la renuncia de Evo Morales, su asilo en México y la toma del poder por parte de Jeanine Añez, la legisladora habilitada en la línea sucesoria tras la retahíla de renuncias de los dignatarios partidarios del Movimiento al Socialismo (MAS), no termina de sanear la situación.
La división se impone a palos y caen personas muertas. Los partidarios de Evo hablan de golpe de estado. Los demócratas no dejan de señalar las arbitrariedades del expresidente y su distorsión de las normas y la ley. Las elecciones estuvieron viciadas desde su inicio. La Constitución concebida por la mayoría del MAS prohibió una tercera reelección.
Evo Morales, en su capricho por perpetuarse en el poder, convocó una consulta y el pueblo mayoritariamente le dijo no a otra reelección. Entonces con la fuerza de su sistema de concentración de poder hizo que un alto tribunal que controlaba lo habilite por tratarse de un ‘derecho humano’ participar en elecciones.
En la noche de los comicios, un apagón de 20 horas convirtió la magra diferencia sobre su adversario, el ex presidente Carlos Mesa, en el número suficiente para ganar.
La OEA y la Unión Europea cuestionaron el proceso. La OEA lo revisó y determinó irregularidades; con el país ya incendiado el Presidente hizo la ‘graciosa concesión’ de aceptar repetir elecciones. Ya era tarde. Los militares le insinuaron que, en pro de la paz social, diera un paso al costado, Evo Morales renunció, lo mismo que Álvaro García y la cúpula afín de las cámaras legislativas. Jeanine Añez juramentó ante los militares. La mayoría del MAS nunca le dio quorum; promete elecciones.
Que sean libres y limpias. Quien forzó todo hacia el desenlace fatal fue el propio ex presidente. Lo apoyan Maduro, López Obrador, Díaz- Canel. Siria también dice que hay golpe. Todo está claro y la prioridad es pacificar Bolivia y remontar la senda democrática.