Análisis internacional

La columna se enfoca en alguno de los más importantes temas de la semana de impacto mundial y latinoamericano. Aspectos políticos y de coyuntura con fuentes de medios internacionales acreditadas. Otros artículos del autor: http://bit.ly/GnzloRuiz

Gonzalo Ruiz Álvarez

Gonzalo Ruiz Álvarez es Subdirector Adjunto de este Diario desde 2008. Ha sido articulista de opinión en EL COMERCIO desde 1991. Dirige el espacio de opinión matutino en Radio Quito y Platinum FM. Ha trabajado en radio y TV desde 1978.

Alto el fuego, un silencio urgente, una paz precaria que no alcanza

La opinión pública mundial saludó con cautela la noticia del ‘alto el fuego’ luego de varios días de bombardeos inmisericordes.

La escalada del más reciente conflicto armado entre Israel y Palestina se llevó más de dos centenas de personas al más allá, dejó cuantiosos heridos y una destrucción escalofriante.

Como hemos apuntado, no alcanza con el señalamiento de los responsables de haber roto el fuego de artillería por más argumentos y hasta razones que tuvieren. El daño, una vez más, está hecho.

Esta vez asombra el silencio casi cómplice de muchos países y de organismos internacionales ante las descargas de bombas poderosas. Escuchaba en días recientes al versado periodista Jorge Ortiz en Radio Visión, decir que la diferencia notable entre el número de muertos palestinos e israelíes se debía, en parte ala precariedad de las armas caseras de Hamás, frente al poderoso poder bélico de Israel. Es verdad, pero también cabe anotar que atrás de Hamás está Hezbolá, el grupo extremista que opera en Líbano y con siniestros apoyos de Irán y otros grupos duros del mundo islámico.

Nunca hemos perdido de vista que en este conflicto están poderosas y entendibles razones históricas que justifican los argumentos de Israel y Palestina. En aquellos pequeños territorios habitaron los antepasados de milenaria historia de ambos pueblos y la dureza de las guerras también ancestrales nunca han sembrado la paz indispensable.

Es importante anotar que en la Franja de Gaza la actividad de Hamás, la más extrema de las facciones palestinas, es notoria y se refugia mezclada entre la población civil palestina. Pero más allá de los subterfugios de este grupo terrorista viven familias inocentes y los niños que mueren en los bombardeos no tienen color político ni el alto precio de su vida vale la pena sacrificarlo por nada.

Israel atacó por aire, mar y tierra a la Franja de Gaza y destruye. Hamás disparó cohetes, misiles caseros o artefactos de mayor poder bélico pero la destrucción no es mayor en atención al escudo, que es un domo protector que desintegra en el aire la gran mayoría de los explosivos letales que lanza Hamás sobre los poblados de Israel. Ésta es la razón por la cuál hay menos víctimas mortales en Israel que en Palestina.

Otro aspecto clave es saber que en Cisjordania ejerce el poder la rama palestina de Al Fatah, con el presidente Mahmud Abas, quien no ha encontrado la ocasión de hacer elecciones. Al Fatah era el grupo de Yasser Arafat, que recibió el premio Nobel de la Paz en 1994 junto a Simón Peres, líder de Israel pero cuyos frutos no pudieron fecundar en una paz auténtica entre ambos pueblos que bien lo merecen.

Cuando Naciones Unidas propició la Fundación del Estado de Israel - con el apoyo del Ecuador-, buscaba fronteras seguras. Casi tres cuartos se siglo después esa realidad no se termina de concretar, ya que las tesis enconadas continúan. Israel merece un Estado y Palestina otro. La comunidad internacional que propició hasta una hoja de ruta de la paz no puede seguir lavándose las manso, como se lavó Pilatos en Jerusalén.