Lo ocurrido el sábado en Quito es por demás lamentable. Resulta que un hombre que irrespetó el toque de queda y fue capturado por los agentes policiales dio positivo para coronavirus.
No estaba asintomático. Precisamente las señales médicas que presentaba prendieron las alertas y movilizaron al personal del Ministerio de Salud. ¿Si tenía trastornos en su salud por qué no se quedó en casa? ¿Con cuántos tuvo contacto mientras estaba en las calles? Penoso por donde se lo mire.
No solo él está en riesgo. La Unidad de Aseguramiento Transitoria, a donde llegan los detenidos en delitos flagrantes, tuvo que cerrarse por completo. ¿Y las personas que allí trabajan? ¿No estarán temerosos por un posible contagio? Este es solo un ejemplo de cómo puede propagarse el covid-19.
Más allá de su estado de salud, esta persona debe enfrentarse a la justicia por violar una disposición legal. De hecho, 1 028 personas han sido arrestadas a escala nacional por irrespetar el toque de queda, un delito que por primera vez es sancionado con una multa de USD 100, la segunda ocasión con USD 400 y la tercera con cárcel.
Todos tienen una excusa para salir en el horario prohibido. El fin de semana, las redes sociales dejaron ver cómo cientos de personas caminaban por las estrechas calles del Centro Histórico de Quito. Unos dijeron que salieron a la tienda. Otros atribuyeron su presencia en las vías por la necesidad de trabajar, una postura por demás entendible, pero este es un país de derecho y en este momento están vigentes medidas restrictivas.
En casos más extremos, hay quienes reaccionan violentamente, como ocurrió el domingo con un par de irresponsables que atacaron de forma criminal a un agente de tránsito que trabaja en el Guayas y trataba de hacer respetar las restricciones interpuestas por el covid-19. Tomaron un arma blanca e hirieron gravemente al uniformado, que quedó tendido en el piso.
Hoy están detenidos. Bajo el debido proceso deben ser procesados penalmente con todo el rigor de la ley.