Todos recordamos nuestro primer día en el trabajo. Está grabada en la memoria la primera tarea que cumplimos, la manera en la que nos presentamos ante los compañeros y las ganas que tuvimos cuando empezamos a mostrar las (pocas) habilidades que teníamos en ese primer día de trabajo.
En el mundo empresarial es conocido que una de las empresas más grandes del mundo, tiene una suerte de filosofía impulsada por su fundador en la que se maneja el concepto del día 1. Incluso es común que las escuelas de negocios revisen y lean la carta que Jeff Bezos envío a los accionistas de la gigante del comercio electrónico, como parte de su rendición de cuentas.
Esta filosofía es simple en la teoría. Basta recordar ese primer día en el trabajo de una persona, cuando todo nos sorprende, cuando no dejamos de hacer preguntas para aprender y cuando las ideas para mejorar los procesos se cuentan por montones. Se trata de aquel momento en el que la mirada es fresca, en el que la curiosidad es grande y no existen prejuicios ni mañas que se van forjando con el paso del tiempo. Se trata de dar lo mejor de cada uno en ese primer día de trabajo.
El reto es mantener esos deseos de crecer y ser mejores un mes después, un año después, una década después.
Es difícil y lo es más cuando el mundo entero enfrenta una crisis sanitaria sin precedentes que luego traerá un golpe económico y social global de grandes proporciones.
Aún así vale la pena intentarlo. Ya lo están haciendo los médicos que atienden a los enfermos, las autoridades y las fuerzas del orden que intentan controlar a ciudades y países llenos de incertidumbre, los científicos que buscan una vacuna, los voluntarios que acuden en ayuda de los más vulnerables.
Estamos en un giro de la historia de la humanidad y ante circunstancias como las que vivimos bien haríamos en dar lo mejor de nosotros para bien de la mayoría. Que cada día sea nuestro día 1.