Mejorar la conexión entre la empresa y la academia es uno de los grandes desafíos que tiene el Ecuador. En foros organizados por gremios empresariales y en encuentros universitarios es cada vez más común escuchar sobre la importancia de una relación fluida, ágil y efectiva entre el sector productivo y las universidades del país.
Las empresas representan uno de los destinos de los estudiantes que hoy en día se están formando en las aulas universitarias. Entonces lo lógico es esperar que exista un diálogo constante entre ambas partes. En esa conversación las empresas deben ser claras respecto a las necesidades que tienen sobre los profesionales que planean contratar en un futuro cercano.
Ese diálogo también debe estar enfocado a la hora de innovar, es decir el momento en que una compañía quiere probar un nuevo producto en el mercado. En Ecuador existen buenos ejemplos, pero desafortunadamente no son la mayoría
Según la Encuesta Nacional de Actividades de Ciencia, Tecnología e Innovación, las firmas ecuatorianas que innovan usan como fuente de información solo un 6,3% a las universidades. Las principales fuentes de consulta, a la hora de innovar son los clientes (61,7 %) y los proveedores (53,4%).
En palabras de la Senescyt, esas cifras muestran una incipiente articulación entre la academia y el sector productivo.
Ahora, para mejorar esa relación existen alternativas. Un ejemplo es el programa de formación dual que permite que los jóvenes adquieran una formación técnica profunda al mismo tiempo que trabajan en una empresa.
Este programa, que tuvo su origen en Alemania, ya se aplica en Ecuador y puede ser una suerte de espejo en el que se miren las empresas y las universidades.
Además, la relación empresa-academia también requiere del concurso del Estado, para completar el llamado triángulo de Sábato que sostiene que la cooperación entre estos tres actores beneficia a todo un país.