Santa Cruz las personas utilizan el agua de los botellones para cocinar, lavar los alimentos y su higiene personal. Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO
El desarrollo de Galápagos ha implicado también la llegada de servicios básicos para satisfacer las necesidades de la población local y del arribo de turistas. Al ser una zona conocida por su flora y fauna, estas prácticas deben ir de acuerdo a criterios de conservación que no afecten los ecosistemas de la zona.
El reto para las nuevas autoridades de los tres cantones poblados es aumentar la cobertura de agua y dar el tratamiento adecuado para evitar que las aguas residuales puedan afectar a los mares, muy sensibles a cambios de su pH.
En el caso de Santa Cruz, la isla más poblada, todavía no se cuenta con agua potable. Diana Ulloa, gerente de la Empresa Pública Municipal de Agua Potable y Alcantarillado del cantón, cuenta que la isla depende de aguas subterráneas.
Actualmente existen dos puntos importantes de aprovechamiento de agua. El primero abastece a Bellavista y el segundo es conocido como Grieta La Camiseta. Aproximadamente el 60% de la población está conectada a la red de distribución. El resto de personas que no cuentan con conexión a la red tienen abastecimiento por tanqueros que les llevan agua a su casa y llenan su cisterna.
Ulloa explica que el agua que sale de la grieta es apta para casi todas las actividades domésticas, pero no para su consumo o para lavar los alimentos. Existe un proyecto para la dotación de agua potable, pero aún no ha sido aprobado y es un tema que esta administración busca retomar.
Ulloa cuenta que uno de los problemas que tuvo esta isla es que las fuentes antiguas se contaminaron porque estaban muy cercanas a la población. Las casas tenían pozos sépticos y ocurrían filtraciones. Las aguas residuales domésticas empezaron a contaminar a las fuentes y ocasionó un problema para todo el sistema.
Actualmente, esta empresa promueve que las personas pidan un tanquero que vaya a las casas y hoteles y absorba el contenido del pozo séptico. El agua servida es trasladada a la piscina de lixiviados del relleno sanitario. Esto recién se está regulando, ya que la empresa de agua se creó hace un año.
En Isabela, uno de los principales objetivos que buscan alcanzar en los próximos ocho meses es la dotación de agua potable durante las 24 horas.
Manuel Pazmiño, director de Obras Públicas encargado, explica que el 90% de la población tiene la instalación de agua en su domicilio y el otro 10% está en barrios periféricos donde todavía no existe la red. El agua que se distribuye a la población es captada de pozos subterráneos, después es tratada con osmosis inversa y un pequeño porcentaje de cloro. Pazmiño explica que por falta de capacidad de reserva, no se puede distribuir en las horas pico y en ese momento deben suspender el servicio de agua hasta que se llene la reserva.
Al tratar el agua también se producen las descargas conocidas como salmuera. El análisis de esta, dice, ha demostrado que no incide en el sitio de descarga. Además, explica, en Isabela no se desaliniza agua salada, sino un agua salobre. Esto significa que las partes por millón de sales no son altas. Las rocas del lugar también ayudan a minimizar y mitigar los impactos que podrían existir.
En San Cristóbal también se realizan monitoreos para determinar si las aguas residuales están causando daños al ecosistema. Henry Cobos, alcalde del cantón, cuenta que existen tres puntos desfogue. Ahora están realizando un estudio y en los próximos meses se pronunciará sobre el resultado. “Estamos en el ojo del mundo y debemos poner como prioridad la salud del humano y la flora y fauna”, dice el alcalde. La isla tiene agua dulce y es distribuida por horas.