¿A qué olía la Europa del Siglo de Oro o la de Napoleón?

Un científico del Instituto británico para un Patrimonio Sostenible trata de extraer el olor de un viejo libro en el laboratorio de Londres. Foto; EFE / Instituto británico para un Patrimonio Sostenible

Un científico del Instituto británico para un Patrimonio Sostenible trata de extraer el olor de un viejo libro en el laboratorio de Londres. Foto; EFE / Instituto británico para un Patrimonio Sostenible

Un científico del Instituto británico para un Patrimonio Sostenible trata de extraer el olor de un viejo libro en el laboratorio de Londres. Foto; EFE / Instituto británico para un Patrimonio Sostenible

Fragancia de flores, especias, aceites, humo de cigarros o hedor de alcantarilla: los olores han evolucionado por los siglos y son un patrimonio material e inmaterial de Europa que ha identificado y conectado culturas y pueblos, aromas que Odeuropa, un proyecto internacional, trata ahora de recrear con inteligencia artificial.

Los hay que evocan nostalgia, desagrado, sorpresa o un viaje al pasado, y eso es lo que un equipo de científicos de diferentes países quiere recuperar con la inteligencia artificial: traer al presente aromas determinantes de la historia y la cultura europea pasada.

El proyecto Odaeuropa, respaldado con una subvención europea de 2,8 millones de euros, “se sumergirá en colecciones de patrimonio digital para descubrir aromas clave y narrativas olfativas de Europa, y devolvérselas a nuestra nariz hoy”, explica a Efe la líder del proyecto, Inger Leemans, de la Real Academia de Artes y Ciencias (KNAW) de Países Bajos.

El objetivo es “demostrar que un compromiso crítico con nuestro sentido del olfato y nuestro patrimonio olfativo es un medio importante y viable para consolidar y promover el patrimonio material e inmaterial” de Europa, asegura sobre una idea que quiere conectar a la sociedad de hoy con su herencia más frágil, la fragancia que rodeó a sus tatarabuelos, desde el siglo XVI hasta la actualidad.

“Colonización, urbanización, industrialización, nacionalismo, comercialización: casi todos los procesos históricos de importancia han tenido efectos sobre lo que olemos y cómo lo olemos. El aroma ha sido un componente poderoso de la historia europea, de la formación de la comunidad y de nuestro patrimonio inmaterial, y deberíamos desarrollar medios para redescubrir estos olores y narrativas sensoriales claves”, agrega Leemans.

La inteligencia artificial será la encargada de rastrear descripciones de olores -objetos, gestos olfativos y escenas malolientes- en textos, dibujos, pinturas y fuentes históricas que el equipo involucrado recopilará en siete idiomas diferentes. Esos detalles y sensaciones históricas se usarán para describir los olores de Europa en palabras, imágenes y olfato.

El KNAW, el Instituto británico para un Patrimonio Sostenible (UCL) y la corporación estadounidense Flavors&Fragances, dedicada a la producción de sabores, fragancias y activos cosméticos, recrearán juntas los aromas históricos recuperados.

Una revolución sensorial

Mientras que el mundo del arte cuenta ya con una larga tradición en el empleo de aromas en las creaciones artísticas, las disciplinas académicas han sido más lentas a la hora de explorar este terreno, lamenta Leemans, que habla de una “revolución sensorial” en las humanidades y las ciencias en las últimas dos décadas, lo que ha “desplazado la atención de los académicos de lo visual y textual a lo multisensorial”, dice.

Asegura que los sentidos lideran ahora la agenda académica y los lingüistas aportan ideas nuevas que son “cruciales” para determinar las diferencias globales en los “vocabularios olfativos” de cada cultura, comunidad e identidad. “Se han escrito muchos libros en los últimos años sobre el olfato y sus historias culturales”, aplaude.

Los museos y lugares históricos experimentan ya con los enfoques sensoriales, apostando por una creciente popularidad por acercar al público a sus piezas a través del tacto, el gusto y el olfato, lo que incluso ha llevado a acuñar un término para definir esta “creciente marea de experimentación sensorial” en la cultura, la “museología sensorial”.

Dar importancia a los aromas también es promover que el patrimonio olfativo sea parte de la agenda de política patrimonial, indica Leemans, que subraya que “a diferencia de las pautas que tenemos para edificios patrimoniales, no existe protección para el olfativo, así que habrá recomendaciones basadas en la evidencia para los responsables políticos”.

La idea es que tengan una guía sobre cómo reconocer y promover el patrimonio olfativo, preservar fuentes de olores importantes para futuras generaciones, y salvaguardar prácticas intangibles que son valiosas. “Mucho más que cualquier otro sentido, el olfato está vinculado directamente a nuestras emociones y nuestros recuerdos”, sentencia.

Enseñar al ordenador a oler

Es la primera vez que se recurre a la inteligencia artificial para recrear el olor, lo que es un desafío para este equipo internacional: “Hay que enseñar a oler al ordenador, desarrollar enfoques de minería de datos sensoriales para identificar y rastrear a gran escala referencias sensoriales en colecciones de patrimonio digital, a través de idiomas y tiempos”.

Para los investigadores, nuestra herencia sensorial es “muy volátil, se desvanece rápido, y por eso el patrimonio olfativo sigue siendo infravalorado como recurso en contextos de patrimonio cultural tangible e inmaterial”, cuando “nuestras reacciones espontáneas y afectivas a ciertos aromas y olores son directas y poderosas”.

El resultado de la investigación se presentará al público en exposiciones de aromas y recorridos de olores por pinacotecas y sitios patrimoniales, además de una página web en la que el público podrá consultar información sobre aromas históricos, seguir el rastro del olor por textos e imágenes históricos, y se desarrollará una Enciclopedia del Patrimonio del Olor.

El factor sorpresa? “Debido a que el olfato se ha convertido en un "sentido perdido", tiene una cualidad adicional y atractiva: sorprende al público y puede servir como una puerta común y de fácil acceso al pasado para personas de diferentes culturas, géneros, razas u orígenes religiosos”, concluye la líder de la investigación.

Suplementos digitales