Romané Landaeta en el interior de su casa, ubicada en el norte de Quito. Foto: Patricio Terán / El Comercio
Para esta historiadora, Romané Landaeta, uno de los debates pendientes que se tiene que activar en el Ecuador es el de la gobernabilidad.
En Latinoamérica existe una tendencia generalizada a confundir debate con pelea, ¿a qué responde esta realidad?
El debate es una herramienta muy útil pero poco utilizada porque se da entre iguales, y en América Latina vivimos en sociedades muy desiguales. La pelea tiende a anular a la otra persona, mientras que el debate tiene como objetivo argumentar unas ideas y contraargumentar otras. En esta lógica, su propósito nunca va a ser menospreciar a otro ser humano. Esa desigualdad para el debate, que hay en nuestra región, se puede ver en el acceso que tienen las personas a los libros y a la Internet, que son sumamente costosos.
¿Por qué es necesario ver al debate como un lugar de encuentro y de conocimiento y no como un espacio de pelea?
Porque el debate es un espacio primario para entender al otro, sea este el Estado, la comunidad o un grupo humano cualquiera. A través del debate se puede comprender desde dónde mira el otro ese objeto sobre el que estamos discutiendo. Pensemos en lo que pasó con la ley del aborto en Argentina. Para llegar a la aprobación de esta ley fue importante conocer cuáles eran los argumentos de las personas que estaban a favor, pero también de las que estaban en contra. Algo clave del debate es que requiere poner en práctica la alteridad. Es decir tratar de entender al otro, desde el lugar que mira y eso es difícil, sobre todo por la expansión que hay del miedo a lo diferente.
En el ámbito público, ¿cuál es la importancia que tiene el debate para la democracia?
En mi opinión, el debate es clave para la democracia porque necesita ciudadanos activos, personas que estén atentas sobre cómo están ejerciendo sus funciones los gobiernos de turno, la clase política y las instituciones. Asimismo, la democracia necesita del debate, para poder adaptarse a los nuevos tiempos y para seguir el pulso de lo que está ocurriendo. Uno de los problemas que tiene la sociedad actual es que entiende el debate de una forma clásica y los hechos nos muestran que tenemos que adaptarnos a otras formas de debate, como el que activan las nuevas generaciones en las redes sociales.
¿Se puede debatir a través de las redes sociales?
Claro que se puede debatir en las redes sociales. En Chile, por ejemplo, se debatió el alza del pasaje del metro, que es el transporte más usado en Santiago de Chile, en redes sociales como Twitter, que fue el medio por el cual el Ministro de Transporte difundió esta información. Este debate luego se diseminó en otras redes y luego pasó a los medios de comunicación formales.
¿Y en el ámbito íntimo se puede debatir ? ¿Qué ha reemplazado a los pequeños espacios de debate familiar?
En aquellas familias pobres cuya urgencia es salir a trabajar no sé si hay debate. No porque no quieran sino porque el tiempo de la vida, como lo señala el cineasta Patricio Guzmán, se trastoca. Vivimos en un mundo en el que no tenemos tiempo para lo importante. En ese contexto, las personas que tienen cierta conexión sea sanguínea o emocional, han comenzado a debatir en espacios que no son los tradicionales, como los centros comerciales, los autobuses y en general en sitios a los que el antropólogo Marc Augé define como no lugares. No son debates ideológicos, sino que están afincados en el ámbito de la vida y tienen que ver con el sentido común.
Da la impresión de que Latinoamérica es una región en la que sus líderes siempre han rehuido al debate, ¿por qué?
Es cierto, en otras regiones son más abiertos al debate, porque las personas que acceden al ámbito político lo entienden como un servicio público. Se ven a ellos mismos como servidores públicos. Acá y en algunos lugares de Asia y África, la política no es vista como un fin mayor. En nuestras sociedades, que son bien clasistas, todavía existe esta figura del oligarca y terrateniente que tiene miedo al debate, porque no conoce las necesidades de la gente y porque no está familiarizado con su lenguaje cotidiano. Por lo general, son personas sin ética y sin moral.
¿Hacia qué temas es urgente que se orienten los debates en la sociedad ecuatoriana?
Uno de los temas que veo que es urgente es el debate sobre la gobernabilidad del país. También está el debate sobre el aborto, la explotación de los recursos naturales y el debate sobre la vejez, porque América Latina tiene tazas de longevidad altas. Frente a esta realidad se necesita crear una política pública que permita asegurar una inversión económica, que esté orientada hacia este grupo de personas.
Romané Landaeta
Nació en 1979, en Santiago de Chile. Es Doctora en Historia Contemporánea y Máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Actualmente trabaja como docente en la Universidad Andina Simón Bolívar.