Las cabañuelas, el oráculo de los campesinos

Grupo de campesinos en su actividad, después de la trilla o desgrane a mano, Azuay, 1920-1930.

Grupo de campesinos en su actividad, después de la trilla o desgrane a mano, Azuay, 1920-1930.

Grupo de campesinos en su actividad, después de la trilla o desgrane a mano, Azuay, 1920-1930.

El sistema llegó a América con los conquistadores españoles. Consistía en predecir el clima de un año en función de lo que ocurría en enero. 

En nuestro convulsionado tiempo existe una grave alteración de los patrones climáticos, y generalmente los ciudadanos que dependen de ellos para sus actividades no encuentran explicación para tales fenómenos.

Hasta hace algunos años, nuestras gentes del campo tenían gran expectativa cuando llegaba el 1 de enero. “No era otra cosa que madrugar para ver cómo amanecía el cielo. Si se hallaba claro, era visto que haría buen sol hasta mediodía, por lo que la cosa iba bien. Por la tarde comenzaba a ‘amainar el sol’ apareciendo neblina, acompañada en el horizonte de rayos y pequeños huracanes: algunos fuertes cuando el viento provenía de los valles; otros no tanto, para luego llover. Este era un signo de que el año sería muy bueno para las siembras y cosechas, por lo que tendríamos comidita”.

“Al otro día, seguíamos con la adivinanza, a la que llamábamos “cabañuelas de ida”, apuntando en un cuadernito lo que pasaría en los primeros 12 días del mes, ya que eso se vería en los 12 meses del año. Es decir, si el 1 de enero “pintaba” agua, llovería todo el mes. Al siguiente día, si no llovía, febrero sería mes seco, y así sucesivamente hasta llegar al día 12, correspondiente a diciembre, con la circunstancia de que esta primera predicción tenía una aplicación de 12 horas cada mes. Luego el 13 comenzaban las “cabañuelas de vuelta”. Servían para anunciar lo que sucedería en las otras 12 horas de los 12 meses, pero de forma descendente; es decir que se contaba el 13 aplicándolo a diciembre; 14 de enero correspondiente a noviembre y así sucesivamente hasta llegar al 25, que sería enero. A partir de este día hasta el 30 del citado mes, se cuentan en cambio cada dos meses. El 25 de enero representa los meses de enero y febrero; el 26, marzo y abril; el 27, mayo y junio, hasta llegar a diciembre”.

“A continuación se coge el día 31 de enero y se divide en intervalos de dos horas de forma descendente. Desde las 12 a las 2 es el mes de diciembre; de las 2 las 4, mes de noviembre y así sucesivamente” (Consultado a Miguel Quinga, de Malchinguí, en noviembre del 2019).

Desde el punto de vista histórico, el sistema de las cabañuelas posiblemente se originó “en Babilonia, luego de lo cual fue asimilado por los romanos y finalmente este conocimiento y práctica llegó a las tierras de América por intermedio de los conquistadores españoles, quienes la conocían y practicaban de manera permanente, sobre todo en el sur de España” ( Benito de la Hoz, Conocimientos agrícolas ancestrales de América y España, México, Aguilar Editores, 1950, p. 256). Sin embargo, Manuel Piñera, historiador mexicano, sostiene que las cabañuelas fueron conocidas por los aztecas, quienes las recibieron de los mayas. “Ambos calendarios constan de 18 meses y 20 días. Durante los primeros 18 días del mes de enero se predecían los meses del año” (Astrología azteca, México, Imprenta del Estado, 1945, p.90).
Si revisamos los datos registrados hace varios años atrás y que corresponden a nuestro país, veremos que la aplicación de las cabañuelas era rigurosa, conforme señalan los departamentos gubernamentales vinculados con la agricultura, dando cuenta de que fueron años de buena o mala producción “según las cabañuelas de comienzos de año” (Informe del Ministerio de Hacienda al Gobierno Central, 1945. Archivo de la BAEP).

“Nos aprestamos a tener un mal año agrícola, conforme las predicciones de las cabañuelas vistas en este mes de enero, por lo que recomendamos a los miembros de este gremio que tomen las precauciones necesarias. Parece que habrá una gran sequía a partir de mayo a octubre y no sabemos qué será de las lluvias, ya que en los primeros 12 días de enero no hemos visto nada bueno y menos en los días finales del dicho mes que se relaciona a la inversa con el tiempo, lo que causa gran preocupación, sobre todo por la falta de pasto para los ganados” ( Informe de Pablo Suárez, presidente del Gremio de Agricultores de Imbabura, febrero de 1928. Carta dirigida al Ministro del Interior en donde pedía se aceleren los trabajos de construcción de la acequia llamada ‘La Perla’. Cartas y varios, BAEP, Provincia de Imbabura. Hoja 117).

“Estamos muy angustiados porque parece que habrá algún temblor o desgracia entre junio y octubre de este año, ya que el 8 de enero hubo un pequeño sacudón de tierra que nos sacó a todos de la cama en horas de la madrugada. ¡Dios nos guarde! Las cabañuelas no mienten…” ( Miguel Iturralde, El pavoroso terremoto de Ibarra de agosto de 1868, en revista del colegio San Diego de Ibarra, 1960, s/e, p. 26). Efectivamente, el 16 de agosto de 1868 se produjo la fatídica desgracia que dejó en ruinas a las provincias del norte del Ecuador, destruyendo casi de manera total a Ibarra.

“Hemos tenido abundantes cosechas que nos han permitido salir del dolor que nos causó la plaga de munchiras y langostas anunciadas por las cabañuelas del año pasado. Pasamos hambre y sufrimiento, pero a Diosito gracias, este año ha sido bueno conforme las muestras de los buenos días de enero. Esto hace que no nos confiemos tanto en el tiempo, porque hay años buenos y malos y todo lo cuentan los almanaques que siguen al pie de la letra lo que hacen y dicen las cabañuelas…” (Carta de Juan Espín a su hermano Luis, Ambato, julio de 1945. Varios, BAEP. Fondo Judiciales).

“Los conceptos que sobre meteorología tienen los campesinos de la Sierra, son bastante aceptables. (…) Ellos se manejan por normas tradicionales muy antiguas y de segura realización: siembran, benefician sus plantas y cosechan según las cábalas, lo que asegura una buena producción agrícola y como tal, un mejor nivel de vida…” (Informe del Ministro de Agricultura al Congreso de 1945. BAEP).

Como se ve, hay numerosos testimonios de la efectividad que estas predicciones tenían entre nuestras gentes; sin embargo, en estos días, se va perdiendo de manera paulatina la costumbre de confiar en tan generosos pronósticos debido al cambio acelerado de usos y costumbres entre las nuevas generaciones.

 *Doctor en Antropología. Autor de varios libros sobre historia nacional.

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