Manuel Anaguarqui es recordado por su liderazgo en los conflictos por las tierras. Foto: Foto: Raúl Díaz para EL COMERCIO
Rituales andinos, discursos y canciones marcaron la despedida al líder indígena Juan Manuel Anaguarqui.
Él fue uno de los fundadores del movimiento indígena Ecuarunari. Participó activamente en la lucha de las haciendas en 1970 y fue el precursor de varias organizaciones sociales como el Movimiento Indígena de Chimborazo y la Unión de Comunidades Andinas de San Juan (Ucasaj).
Su comunidad natal, Ballagán, está situada en las faldas del volcán Chimborazo, a 50 minutos de Riobamba. Allí hay chozas tradicionales y pequeñas casas de bloque. “Antes todo esto era la Hacienda Zambrano. Aquí huasipungueros y yanaperos éramos explotados, Manuel luchó por la injusticia”, recuerda su hermana, Valeriana Anaguarqui.
Ella cuenta que el ‘Taita Manuel’ empezó su liderazgo muy joven. A los 16 años se involucró en la misión volante de monseñor Leonidas Proaño, junto a otros 11 jóvenes indígenas de Riobamba y Colta.
“Mi hermano leyó un periódico que decía en letras grandes que la tierra es de quien la trabaja. Así surgió nuestra organización”, cuenta Anaguarqui.
Juan Manuel recorrió las comunidades de Chimborazo para motivar a los comuneros a tomarse las haciendas y reclamar sus derechos amparados en la reforma agraria. Él respaldó a los trabajadores de al menos seis haciendas de Riobamba, Colta, Guamote y Chunchi.
Una de las disputas más fuertes ocurrió en 1974, en la hacienda La Magna. En un confuso incidente entre militares e indígenas, resultó herido de bala y su compañero Lázaro Condo, quien es considerado un héroe en las comunidades de Chimborazo, murió tras ser apresado por los uniformados.
En una entrevista que el dirigente otorgó a este Diario en el 2014 contó cómo tuvo que huir para evitar ser detenido.
Su esposa Águeda Yaulema lo acompañaba. “Tenía mi hijo pequeño en mis brazos y él me decía que regresara. Yo me quedé con él y con otras mujeres, cuando le hirieron no nos recibieron en los hospitales, le curamos con plantitas y brebajes”, cuenta entre sollozos.
Los dirigentes de varias comunidades también lo recordaron en sus discursos durante una ceremonia que se cumplió en el centro comunitario de Ballagán.
La consigna: “Taita Manuel no está muerto, su espíritu vive en nuestra libertad”, se escuchó varias veces durante las honras fúnebres. Algunos asistentes dejaron flores cerca del féretro mientras que otros se acercaron al fuego que se encendió en un plato de cerámica con palo santo, una planta sagrada andina, para despedirse a través de un ritual.
“Él me acogió cuando era joven. Me enseñó a ser líder y siempre me decía que para triunfar hay que estar unidos”, dijo Luis Molina, actual presidente de la comunidad.
Agrupaciones de jóvenes indígenas y activistas también acudieron a un multitudinario entierro que se cumplió en el cementerio de San Juan. “El Taita Manuel nos deja un legado importante que no debe desaparecer de nuestra memoria y que debemos transmitir a nuestros hijos y a las generaciones que vendrán y eso es la unidad de las comunidades”, dijo Yaku Yuquilema.